La Pascua, la más antigua de las festividades anuales de la cristiandad, recuerda la resurrección de Jesucristo y su ascensión al cielo el tercer día después de su crucifixión, pero su origen es muy anterior al propio cristianismo.
 
Pocos conocen que por detrás de la alegre celebración anual, con sus almuerzos opíparos -frecuentemente con carne de cordero- y la costumbre de los conejos y huevos de pascua, se esconden tradiciones milenarias cuyas raíces llegan a hundirse en la propia prehistoria de la Humanidad.
 
En efecto, tanto la resurrección de Jesucristo como la festividad pascual se enlazan con añejas creencias y ritos paganos en los que cada primavera (del  hemisferio norte) es celebrada como un retorno a la vida, una resurrección  después de la noche invernal.
 
En el cristianismo, en torno de la tragedia litúrgica de la muerte y  resurrección de Jesucristo, los pueblos europeos desarrollaron a lo largo de  los siglos creencias y ceremonias que se derivan de antiquísimos rituales paganos vinculados con el tema de la fertilidad y con la idea de resurrección.
 
La Pascua cristiana se corresponde con la "Pessaj" judía, la celebración de  la huida de Egipto, cuando un ángel enviado por dios ordenó a los israelitas pintar en la puerta de sus casas una señal con sangre de cordero, de manera que los exterminadores enviados por el Faraón para matar a los primogénitos se saltearan esas viviendas.
 
Pascua es, pues, una de las palabras que nos han llegado desde más antiguo.  La "Pessaj" de los judíos, que significaba "pasar de largo" o "saltear", llegó  al griego como "paska", por cruce con el latín "pascuum" (lugar de pasturas, en  alusión al fin del ayuno). La voz griega fue asimilada por el latín como  "pascha", que en el latín vulgar ibérico se convirtió en "pascua".
 
Los griegos celebraban cada primavera el retorno de Perséfone, la hija de  Zeus y de la diosa de la Tierra, Deméter, que volvía a la superficie desde las  profundidades del infierno, como símbolo de la resurrección de la vida que  ocurre cada año.
 
Por su parte, los frigios (pueblo que en el sX AC habitaba lo que hoy es  Turquía) organizaban fiestas primaverales con bailes y música para despertar  con ellos a su dios que, según creían, había ido a dormir durante el invierno.
 
La fiesta judeocristiana se vincula también con cultos germánicos muy antiguos. El nombre de la Pascua en inglés ("Easter") y en alemán ("Ostern")  proviene de la diosa germánica del sol (Austron, cuya fiesta principal se  celebraba en primavera), que llegó a la Gran Bretaña como Eostre.
 
La celebración pascual no tiene una fecha fija porque se basa no sólo en  los ciclos del Sol sino también en el antiguo calendario lunar.
 
 Desde el Concilio de Nicea, convocado por Constantino en 325 de nuestra  era, la Pascua tiene lugar el domingo siguiente a la primera luna llena  posterior al equinoccio vernal, que ocurre alrededor del 21 de marzo y marca el  comienzo de la primavera en el hemisferio norte.
 
 Entre las tradiciones pascuales más arraigadas cabe recordar el caso de los  huevos, que habían sido símbolo de fertilidad en culturas europeas  precristianas. Antiguamente prohibidos durante la cuaresma, aparecieron en la  Pascua durante los últimos siglos -frecuentemente pintados o decorados o, más  modernamente, hechos de chocolate- como símbolos de nueva vida y resurrección.
 
 La liebre, que en Egipto era un símbolo tanto de fertilidad como de la  periodicidad de los ciclos lunares y humanos, también se vinculó desde muy  temprano a la Pascua. En la moderna tradición norteamericana la liebre se  convirtió en conejo pascual.