Dos años después de la invasión, Iraq se ha convertido en uno de los países más pobres del mundo, al nivel de Haití y Senegal, como resultado de  bombardeos invasores como de los atentados de los grupos de resistencia a oleoductos y refinerías.

Los aproximadamente 20.000 milicianos iraquíes lanzan de 60 a 80 ataques diarios, haciendo su mayor esfuerzo para destrozar una economía que los gobiernos estadounidense e iraquí luchan por reconstruir con 18.400 millones de dólares provenientes de los bolsillos de los contribuyentes norteamericanos.

Los economistas tienen pocas esperanzas de grandes avances en el 2005.

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En general, Iraq tiene menos electricidad cada día que hace un año. En lo que va del 2005, la producción petrolera ha caído incluso por debajo de los niveles decepcionantes del 2004, y el 60% de la población depende de los donativos de alimentos y el comercio informal aumentó en forma inimaginable.

Sin embargo, algunos iraquíes ven mejoras y se enorgullecen de tener una economía de consumo sin restricciones, llena de teléfonos celulares, cafés internet y periódicos independientes, junto con muchos empleos gubernamentales con salarios elevados.

La seguridad se ha convertido en una variable económica crucial: Si mejora, Iraq puede abrirse paso hacia su recuperación, pero si se permite que empeore, el país se quedará sumido en la violencia y la pobreza.