Esta semana se han registrado dos hechos importantes en el sistema laboral. Por un lado el Gobierno decidió aumentar el salario básico en más del 4% llegando a 150 dólares mensuales (que con los décimos adicionales representa en realidad 172,50 mensuales), a lo cual los empresarios se oponen y algunos piensan interponer un amparo constitucional. Por otro lado, la promulgación del reglamento de contratación por horas que debería dar más libertad a las relaciones laborales (aunque en realidad en materia salarial fija un piso de 0,97 dólares la hora, exactamente igual al nuevo salario básico con la exigencia adicional de décimos, IESS y utilidades, y solo es flexible en el ámbito de las indemnizaciones por despido que no existirían). A esto se oponen los trabajadores y van a ir quizás en la misma dirección del freno legal.

Algunas reflexiones:

1) Es errada la creencia que el salario básico elevado protege a los trabajadores. Ciertamente da una ventaja a los trabajadores más calificados que tienen un empleo formal pero va en contra de los demás, sobre todo de aquellos cuya productividad es baja (menor que el salario básico) y no pueden ser contratados (los más pobres). Se termina (caso del Ecuador) con un mercado formal pequeño que respeta los salarios legales, y un mercado informal muy amplio donde unos ganan menos que el básico (en ciertas áreas agrícolas o servicios) y otros más (la construcción). Obviamente exigencias legales por encima de la productividad llevan a comprar maquinaria nueva en lugar de contratar trabajadores (también es cierto que presionar a los empresarios con salarios mínimos más altos les empuja en la dirección de la productividad). En el país no debemos pelear por salarios mínimos altos, sino por un aumento de la productividad de todos y un mayor dinamismo general de la economía.

2) El rol del empresario no es despedir gente. Su objetivo es hacer negocios, ganar dinero y casi inevitablemente contratar más empleados (aunque hay que decirlo claramente: ese no es su objetivo directo). En consecuencia, la liberalización del mercado laboral no implica mayor desempleo, puede hasta ser todo lo contrario. En efecto, si despedir gente en los malos momentos es más fácil (no por mala fe sino por necesidad de sobrevivencia empresarial) eso hace que contratar gente en los buenos ciclos también sea más motivador. Dada la productividad y el crecimiento de una economía, las restricciones al tipo de contrataciones y las indemnizaciones excesivas conducen a un menor nivel de empleo. Pero las empresas no deben tampoco ver esto solo como la oportunidad de tener mano de obra a menor costo (el de las indemnizaciones sobre todo) y en consecuencia llegar a tener la mayor parte de su personal bajo la modalidad horaria. Sin duda el costo es un factor importante en la vida empresarial, pero también lo es tener un personal ligado en el largo plazo, capacitado, comprometido, orientado a la productividad. Lo mejor es tener gente permanente y de alta eficiencia con buenos salarios.

Todo esto requiere sensatez y responsabilidad de largo plazo.