La impavidez y el temor a llamar las cosas por su nombre son los responsables del avance de lo indeseable. Hace pocos días una distinguida columnista de este Diario denunció a los maestros “copiones”. Aquellos asistentes a cursos “intensivos de capacitación”, organizados desde el Estado moroso, centralista y excluyente. Dictados por “instructores”, que (con varias excepciones) tienen la misma condición de los asistentes y entregan los cuestionarios de preguntas para que puedan contestar bien sobre lo que se pide, a fin de calificar buena parte y completar el número de “idóneos” para llenar vacantes. Pese a esta jauja, con plena complicidad de las autoridades, los menos dotados copian y los más favorecidos hacen una “polla”. Obtienen el cartoncito y quedan habilitados para continuar defraudando y deteriorando la educación.

Los periódicos locales coinciden que la educación, especialmente la fiscal en el Litoral y Guayas es de una espantosa mediocridad que destruye a la juventud. Publican ejemplos y reproducciones, sobre exámenes rendidos por aspirantes a rectores de colegios, denuncian a la sociedad tamaño atentado contra la moral pública por personas que van en procura de alcanzar el rectorado de algún establecimiento educacional.

Algunos maestros militantes de la UNE y del MPD cuyas faltas de ortografía no las cometía ni un niño de quinto grado, con el más absoluto desparpajo muestran al desnudo al Estado ecuatoriano que permite la corrupción de cientos de “educadores” y con ello la degradación de la calidad de educación que se imparte a la juventud menos favorecida que busca capacitarse para la vida.

Ciento dieciséis “maestros” recibieron anticipadamente el cuestionario de manos de la irresponsabilidad institucionalizada, para que tengan oportunidad de incorporarse a la enseñanza, para continuar con el fraude pero con mayor categoría. Sin embargo, pese a la ayuda de la Dirección de Educación, que evidentemente quería salir del paso y llenar vacantes a como diera lugar, los que aprobaron, no alcanzaron un puntaje mayor a 50 sobre 200, y los 18 que obtuvieron los más bajos, pese a lo cual calificaron, no pasaron de un promedio de 37.

Estas personas, muchas de las cuales, según los diarios, obtuvieron sus títulos por arte de birlibirloque se mostraron disgustadas por los resultados. Y para expresar su enojo por la “injusta” y “parcializada calificación”, repudiaron a quienes les facilitaron con anticipación el temario. Pintarrajearon las paredes de la Dirección de Educación, pidieron la renuncia de los “culpables” y… ¡oh sublime categoría académica!... quemaron llantas. Entre todo este desastre producido solo en la Costa, porque no es nacional (la escolaridad en Pichincha duplica a Guayas, y esta dobla a las otras provincias del Litoral), hubo algunos, que no han caído en la descomposición que los embarga, que pidieron cambios en la ley para el manejo de las comisiones encargadas de calificar los ingresos al magisterio.

El problema reside en que desde hace muchos años, un grupo de dirigentes y activistas políticos de izquierda y extremistas, militantes del MPD, se han tomado los gremios de maestros y quienes quieren cambiar y terminar con esta situación son acusados de “traidores”. El peligro es terrible, pues nada tiene efectos más multiplicadores que la ignorancia. Algo hay que hacer y pronto.