Este lunes la señorita Maritere nos ofreció un espectáculo de catarsis colectiva y extraordinarios contenidos humanos y educativos: lapidación pública de una adúltera. En el horario familiar, para provecho de chicos y grandes, Sofía N fue juzgada sumariamente, encontrada culpable y condenada a recibir los golpes de sus tres amantes y los insultos del respetable: “perra”, “bruja”, “basura”, “desgraciada”, “perra sucia”, “más que perra”.

Sofía había llegado llorosa y angustiada, con el cuento de que su hijo y su primer marido, muertos en un accidente, se le presentan a diario. El fantasma de Johnny, que así se llama el occiso, aparece por las noches y le hace el amor, para tormento de Víctor, su nueva pareja. Con el fin de desentrañar los misterios de tan espectral argumento, Maritere se trajo un brujo desde Santo Domingo. “Un especialista”, dijo, Calazacón pero desconocido. Fue él quien descubrió el engaño: “la señora no está enferma”.

“¡Que pase el fantasma!”. Con una funda de almohada como capucha entró Johnny, vivito y coleando, caminó hacia Sofía y la golpeó en la cara, brutalmente, entre vítores y aclamaciones. “Perra”, “bruja”, “basura”, “desgraciada”, “perra sucia”, “más que perra”. Sofía protestó a gritos. Dijo que ya no lo quería, que lo abandonó porque le pegaba, que era “un perro”. Pero la lapidación había comenzado y no sería Maritere quien la detuviera: “ya te conocemos, no trates de decirnos que él es el perro. A nosotros nos queda claro quién es quién aquí”.

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Finalmente Maritere, que había mandado a espiar a Sofía (algo debió aprender de Montesinos), presentó un video. Oswaldo, el tercer amante, entró en escena. Víctor pegó a Sofía. Johnny pegó a Sofía. Oswaldo pegó a Sofía. “Perra”, “bruja”, “basura”, “desgraciada”, “perra sucia”, “más que perra”. Para que vean. Ya pueden ir tomando en serio todas esas babosadas líricas sobre la mujer que se manda TC cada 8 de marzo.