Hay varias formas en las que el Estado puede intervenir y causa efectos positivos o negativos en una empresa. La primera de ellas es influyendo en su entorno. El sector financiero es hoy en día uno de los que sufre la mayor injerencia del Estado. Si bien es cierto que luego de la crisis bancaria el sistema se limpió y depuró, el marco en el cual trabaja no es el óptimo. Por un lado, algunas de las instituciones de control relacionadas con el sistema financiero están administradas pobremente, y por otro, sus procesos y su estructura no cambiaron de forma importante, como la crisis lo exigía. Ese es el caso de la AGD, la Superintendencia, entre otras. La crisis provocó que se haga una cacería de brujas, con mucha razón en unos casos, no tanta en otros, pero no se enfocó uno de los problemas estructurales del sistema: estas instituciones de control.

En otro ámbito, las leyes sí cambiaron; en algunos casos para bien, en otros la exageración primó, pasando al extremo opuesto, típico en nosotros los ecuatorianos.

Por último, otro de los factores del entorno que influyen, controlado este totalmente por el Estado, es el costo del sistema.
Las tasas, contribuciones e impuestos que tienen los productos financieros son quizás los mayores causantes de que el costo del dinero en el país no baje a un dígito, y que se mantenga la brecha tan grande entre las tasas activas y pasivas.

Pasado el temporal que fue el final de los años noventa y principios del dos mil, es menester pensar en reformas en estas tres áreas, ya no para estabilizar, sino para permitir el crecimiento del sistema financiero y, por ende, de la producción.

La segunda forma en que el Estado afecta los resultados de una empresa es interviniendo directamente en ella. Manejándola o gerenciándola.

De más está escribir sobre cómo se han manejado históricamente las empresas del Estado. Para toda la ciudadanía es conocida la forma en que opera, desde Pacifictel, Petroecuador y el IESS, hasta las fábricas de cemento y acero, y todas las demás. La mayoría de ellas ni siquiera presentan estados financieros.
Algunas porque no los tienen. Otras porque no se atreven.
Filanbanco es otro ejemplo de empresa que fracasando en manos privadas, terminó quebrando en manos públicas. El Banco del Pacífico, en cambio, se entregó a una administración profesional y los resultados hablan por sí mismos. Esto debería ser un ejemplo no solo en el sistema financiero, sino para todas las empresas de los sectores económicos que el Estado posee o administra. El manejo de esta institución, como se ha venido dando, debe continuar. Sería un gran peligro para la misma, y para todo el sistema, que se politice. Luego, su venta, así como la de las otras empresas del Estado, es una de las pocas medidas que puede hacer crecer la economía.