En Urabá, Colombia, la confitería de esta fruta  promueve componendas sociales.

La máxima violencia que ha sufrido la principal despensa bananera colombiana, Urabá, dejó viudas a 1.715 mujeres, la mayoría jóvenes, y huérfanos a 5.286 niños que no muchos llegan a la adolescencia y que ni han podido superar el dolor asestado por los sangrientos episodios en el que murieron miles de trabajadores rurales.

Como una respuesta para curar la secuela de esta injusticia social nació hace quince años la fundación diocesana Compartir, con la convicción –según las Madres Dominicas de la Presentación– de que solo con acciones que intervengan a las familias destruidas, se contribuye a cerrar un círculo vicioso de odios, rencores y sed de venganza.

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Entre los proyectos de apoyo y atención integral a ese núcleo humano se conformó recientemente la firma Pasabán, una microempresa que transforma el rechazo de banano de excelente calidad que donan las fincas en tres productos 100% naturales en ricas recetas caseras, banano pasa sin y con cubierta de chocolate, en  atractivas presentaciones. Desde este año, Pasabán empezará a venderlos en tiendas y supermercados fuera de Urabá.

Al momento genera 11 empleos tanto directos como indirectos y a medida que posesionen los productos en el entorno nacional, ofrecerá más plazas de trabajo, y pensarán en la exportación.

En Urabá, también funcionan otras microempresas familiares que elaboran tortas, galletas y dulces de banano.

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