Un perchero que contiene un sombrero, un saco y una gabardina  están al pie de la escalera que conduce al auditorio del MAAC. Allí, Raquel Rodríguez y otros actores ecuatorianos ofrecen un papel a la gente que ingresa, para que escriba en él una frase y la coloque sobre el sombrero.

Son las 20h00 del miércoles y, dentro de la sala, el espectáculo del actor Omar Argentino Galván, titulado Solo de improvisación, está por comenzar. Los actores ecuatorianos ingresan el perchero y lo ubican  junto al escenario.  Galván se acerca. Toma el saco y la gabardina  y con ellos  viste su cuerpo, que está  en mangas de camisa. El sombrero lo calza  sobre su cabeza. Sube al escenario. Se sienta en un sillón.

Allí se encuentra con el músico Fernando Gil, quien con su teclado llegó un poco antes al escenario. Galván empieza a conversar, toma uno de los papeles del sombrero, que dice “burocracia” y sobre esa palabra  improvisa. Luego lee otras como Muralla, La vagina feliz, El hombre puede ser una caja de herramientas, Políticos con disfraz, etc.  A partir de ellas crea historias, las narra con su voz, las escenifica con su cuerpo.

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Gil lo acompaña con su música. También sirve de interlocutor para Galván, que se pasea por la comedia, la farsa, incluso por el drama,  con la solvencia  de un maestro. En sus escenas aparecen  el cine italiano, García Márquez, Cortázar, Shakespeare. Los estilos  de estos son tomados como base por Galván para siempre improvisar a partir de los textos que hay en su sombrero. Y el resultado  es un espectáculo divertido,  que provoca no solo risas, sino abiertas carcajadas.

Las dos horas del espectáculo transcurren de manera  imperceptible.  El público aplaude de pie.  Buena parte de los asistentes son actores, muchos alumnos de Galván, quien  dicta talleres durante su permanencia en Guayaquil.