Sin duda, los desgraciados acontecimientos que sacudieron Madrid el 11 de marzo de 2004, marcaron un “antes y un después” en la historia española. En efecto, pese a haber sufrido España los embates del terrorismo durante varias décadas, jamás la barbarie había alcanzado tales cotas de vileza. La sociedad española quedó conmocionada, dolorida e indignada. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, la reacción fue encomiable, serena y decidida, firme y cívica.

Los atentados, además, no afectaron únicamente a los españoles sino que extendieron sus terribles consecuencias de muerte y dolor a muchas otras personas de diferentes nacionalidades que hoy en día conforman un elemento esencial de nuestra sociedad. Y, entre todas ellas, varios ecuatorianos, víctimas inocentes de la sinrazón; ciudadanos cuyo único delito aquel terrible día, fue aspirar a un futuro mejor. A sus familias, quiero hoy expresarles, con todo cariño, mi cercanía y solidaridad.

Madrid no se sintió nunca desamparado. Como pocas veces, la capital se convirtió en la nación, todo español se transformó en  madrileño. Pero, igualmente, muchos otros se convirtieron en “españoles” por unos días. Nuestro país se vio arropado por el resto del mundo. Y Ecuador no permaneció al margen: fueron numerosísimas las muestras de apoyo recibidas, muestras que procedían tanto de autoridades e instituciones de diversa índole como de la ciudadanía en general. Quiero pues, aprovechar esta ocasión, para, en nombre de mi Gobierno y mi país, reiterar mi agradecimiento por ello.

España continuará impulsando la lucha constante y sin tregua contra el terrorismo, cualquiera que sea su origen. Nunca existirá justificación alguna para actos como los acaecidos hace un año. Por ello, jamás cederemos, jamás nos rendiremos, pues estamos convencidos de la fuerza de nuestra democracia. El Estado de Derecho instituido por la Constitución de 1978 nos proporciona todos los instrumentos necesarios para librar esta batalla. Y como los hechos han demostrado, la justicia acabará prevaleciendo y los culpables darán cuenta de los horribles crímenes que cometieron.

Nunca podremos olvidar los sucesos del 11 de marzo. Nunca. Pero, el convencimiento de perseguir un futuro mejor y la fe en nuestra democracia nos imponen mirar hacia delante.

Aquel día de 2004, Su Majestad el Rey, Don Juan Carlos I, reconfortó a todos los españoles con sus palabras de aliento y apoyo. Unas palabras que tampoco debemos olvidar y que siempre tenemos que tener presentes: “Somos un gran país, que ha demostrado con creces su capacidad para superar retos y dificultades. Un país que bien sabe que, frente a la sinrazón y la barbarie, solo cabe la unidad, la firmeza y la serenidad”. Así es.

*Embajador de España