Hay una cifra presentada por encuestas serias (sí hay trabajos serios y deben ser seriamente considerados) resaltando algo que nos duele a los que trastorna la mediocridad de este Gobierno: el 38% de los ecuatorianos considera  que la labor del Gobierno es positiva. 38 es demasiado frente a tanta incapacidad y manipulación que observamos día tras día. Pero esa es la realidad de lo que dicen (¿piensan?) los ciudadanos y no la podemos descartar por animadversión. Es una cifra que debe inflar la vanidad de los coroneles. Pero hay otra cifra presentada por esas mismas encuestas serias: solo el 11% de los encuestados le otorga cierta credibilidad al Gobierno. Desconfianza abrumadora, como para desinflar esa misma vanidad.

¿Son inconsecuentes los ciudadanos al opinar? Quizás no. Por un lado miran su entorno y la economía no va demasiado mal. La vida de todos los días es dura pero llevadera. Se puede conseguir crédito más fácilmente. Los precios ya no suben (salvo alquileres y educación). La construcción ayuda a conseguir empleo (aunque falten todavía muchas plazas). Sobre todo son ya un par de años en que no se han visto paquetazos, antes tan repetidos y repetitivos, y eso es un alivio notable para el bolsillo. Y esas relativas bondades son atribuidas, parcialmente, al Gobierno. Porque la dolarización es demasiado abstracta para otorgarle méritos. El mérito se atribuye al que está sentado en Carondelet. Además, hay esta lucha de poderes contra Febres-Cordero que entusiasma a algunos: son golpes que favorecen también al Gobierno, porque la gente quiere sangre y muchos aplauden la pérdida de poder del ex presidente (“alguien le ha parado el carro”). Son en definitiva 38 puntos para un Gobierno que creíamos no levantaría más de una mano llena.

Otro cantar es cuando el ciudadano debe opinar si cree en el Gobierno. Ahí debe ser ya más preciso en sus apreciaciones e inmediatamente cae en cuenta en la poca confianza que tiene. Muy probablemente se da cuenta de que los resultados algo sanos de la economía no son mucho mérito del Gobierno, sabe que el petróleo por ejemplo está muy alto y eso sin duda ayuda. Al igual que las remesas. Sus percepciones se van derrumbando. Y viendo un poco más allá: probablemente no hay confianza en la lucha contra la corrupción (cuando casi nada se cobra realmente en la AGD y los parientes hacen de las suyas en todas partes), ni en el discurso antioligarquía (cuando se alía con las mayores oligarquías) ni en la voluntad de cambiar al país (cuando todo parece ser un simple ejercicio más del poder por el poder). Sobre todo no hay confianza en la palabra, en el gesto. Se siente la manipulación. Una vez más nos encontramos ante la política como el mejor negocio que se puede hacer en el país. Por eso la gente no se engaña y no cree. Y cuando se pierde la credibilidad, cualquier empujón del azar…

Cuidado, el 11% vale mucho más que el 38 que no juega.