La “pregunta única” de Lucio evoca la respuesta que dio el párvulo ante una cuestión sobre la que solo tenía ideas vagas: el número y el nombre de los  evangelistas. Por eso respondió con una engañosa “respuesta única”: los cuatro evangelistas eran tres, Isaías y Jonás. Algo así como lo hecho –pero al revés– por el variable y errático aprendiz de jurista de Carondelet con su “pregunta única” sobre la Corte Suprema de Justicia. Interrogante que formula en un oficio de seis páginas enviado al Congreso Nacional (fotocopia del cual me he tomado el trabajo de revisar), donde en realidad inquiere sobre trece cuestiones genéricas, mañosamente acomodadas en cinco artículos de la Constitución y unas sesenta (¡sí, sesenta!) reformas y disposiciones específicas.

La “pregunta única”, de apenas veintidós palabras, colocada al inicio de su largo, complicado y disparatado proyecto de reformas, comienza destacando que se hace “para que la Corte Suprema de Justicia sea libre de toda influencia política”.
Pero, ¿cómo lograrlo? Lo va diciendo en una maraña de reformas y disposiciones ubicadas después de los casilleros donde los ciudadanos debemos marcar de antemano con un único y simple “Sí” o “No”. Siendo uno de los modos como propone hacerlo –para muestra basta un botón– que esa Corte sea designada –y en el futuro eventualmente modificada– por un Colegio Electoral integrado, entre otras organizaciones, por la UNE, que como todos sabemos está “libre de toda influencia política”, especialmente del MPD.

Lo del párrafo anterior no es más, como ya anoté, que un botón de muestra. En realidad todo lo engañosamente propuesto es una gran tomadura de pelo, obviamente sin asidero verdaderamente jurídico. Porque, ¿qué razón jurídica puede haber para que, por ejemplo, otra de las trece organizaciones que Lucio propone designen, a través de su delegado, a la Corte Suprema de Justicia, sea la Confederación de Transportistas? Pues, ¿por qué con igual o mayor derecho no podrían hacerlo otras organizaciones como las Federaciones Médicas o las Deportivas? ¿Qué nación medianamente seria designa así nada menos que a la Corte Suprema de Justicia? ¿No están politizadas unas y terminarían politizándose las demás organizaciones a las que Lucio propone asignar una  tarea esencialmente política?

Los ejemplos antedichos no son más que una pequeña parte de los dislates enmascarados tras la inocente “pregunta única”. Excedería a los límites de este artículo desenmascararlos todos. Pero sí cabe concluirlo con las siguientes observaciones esenciales. Primera, que es un sofisma indigno de un debate serio afirmar que la Judicial, una de las tres ramas primordiales entre las que se distribuye funcional e independientemente el poder público (esto es político) único del Estado, pueda ser “libre de toda influencia política”. No hay que confundir esto con la indebida, inmoral e injurídica apropiación de juzgados y tribunales de justicia por las mafias políticas de turno. Segunda, que lo de la “pregunta única” es solo parte del juego para afianzar esas mafias, ganar tiempos y espacios, y chantajear al país. Y tercera, que lo de la actual Corte Suprema no es sino parte del hipócrita golpe de Estado en proceso, que se inició con el asalto a los tribunales Constitucional y Supremo Electoral, cuestión que se está dejando peligrosamente a un lado.