Desde hace un año, cada jueves se ha vuelto especialmente doloroso para la ecuatoriana Rita Betancourt. Ella perdió a su único hijo, José Luis Tenesaca Betancourt, de 17 años, en los atentados terroristas del jueves 11 de marzo del 2004.

Aunque ni un solo día ha dejado de recordar a su vástago, las mañanas de los jueves Rita recorre en su mente los detalles de los últimos minutos que vivió junto a él, antes de que tomara el tren desde Torrejón (un municipio de las afueras de Madrid), donde aún residen, hacia la estación de Atocha, cerca de la cual estallaron algunas de las 10 bombas.

En esta ciudad, José Luis estudiaba el último año de secundaria, cuenta la madre.

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Al contrario de lo que ha sucedido en los últimos años con otros ecuatorianos que emigran principalmente para buscar trabajo, Rita y su esposo Luis Alberto Tenesaca se trasladaron hace más de cuatro a España para ofrecerle a su hijo un mejor porvenir y la oportunidad de vivir en condiciones de mayor seguridad, en un país europeo.

Luis Alberto Tenesaca es mecánico automotriz, una profesión que nunca le ha sido ingrata, por lo que trabajo no le faltaba en Quito, donde vivía.

Sin embargo, después de un año de dubitaciones decidió, por el bienestar de su hijo, emigrar a este país, donde ya vivían desde hace varios años sus hermanos.

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“A veces me siento culpable porque yo fui la que más insistí en que viniéramos”, dice Rita en tono triste.

Ahora que no tienen a su hijo, han decidido quedarse en España para vigilar que la investigación de los atentados se profundice y se sancione, incluso a aquellos que pudieron evitar la tragedia.

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Se quedan también, porque han hecho la promesa de que vivirán en este país hasta que uno de los dos muera y el cuerpo sea cremado y unido a las cenizas de su hijo, que guardan en su casa, “para acompañarlo”.

Después, quien haya sobrevivido decidirá qué hará con las  cenizas y con su vida, aseguran Rita y Luis Alberto.