Un Michael Jackson despeinado, en pijama y zapatillas, tras llegar más de una hora tarde, asistió ayer al juicio que se realiza en su contra por presuntos abusos sexuales, en una jornada en la que declara el menor que lo acusa.

El cantante, que había alegado dolor de espalda y caminaba con visible dificultad, fue amenazado por el juez Rodney Melville  con una orden de detención por desacato si no comparecía.
 
Su entrada fue tan espectacular como la tensa espera. Jackson, quien hasta ahora siempre había comparecido ataviado de manera impecable, llegó como recién salido de la cama: con el pelo encima de la cara y un abrigo que no conseguía ocultar un pantalón de pijama azul y zapatillas de andar por casa.
 
Tras conversar a puerta cerrada con los abogados del caso, Melville decidió que no se tomarían medidas contra el artista por su tardanza y el juicio continuó normalmente.

De haber entrado en vigor la orden de detención, hubiera dejado al cantante bajo custodia de las autoridades y hubiera perdido la fianza de 3 millones de dólares que depositó al comenzar el caso.

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Jackson se ha declarado inocente de todos los cargos, pero si el jurado lo declara culpable,  puede ser condenado a una pena máxima de 20 años de cárcel.

Esta es la tercera vez que el cantante  llega tarde a la sala. La primera fue hace más de un año, cuando le  presentaron los cargos y recibió una fuerte amonestación del juez.

La segunda tuvo lugar en febrero, durante la selección del jurado, cuando  fue ingresado en un hospital mientras se dirigía a la sala aquejado con un caso de gripe.