Hoy recordamos que hace 470 años, el 10 de marzo de 1535, el obispo Tomás de Berlanga de manera fortuita se topó con una de la islas que forman el archipiélago de las Galápagos.

Asimismo, que el 10 de marzo de 1855, hace 150 años, se constituyó uno de las compañías más emblemáticas del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, la Salamandra Nº 2.

El episodio de 1535, que los historiadores piden llamar desembarco y no descubrimiento, sucedió cuando el prelado iba en misión oficial que ordenó el emperador Carlos V y la embarcación que lo llevaba desde Panamá a Perú  fue desviada por las corrientes marinas ante la falta de vientos para sus velas.

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Berlanga y sus acompañantes partieron de Panamá el 25 de febrero de 1535, pero a los pocos días la nave alteró su rumbo. Así, a merced de las corrientes del mar, la tripulación sufrió penalidades que se atenuaron cuando aquella desembarcó en una isla –posiblemente la Santa Fe o Barrington–, de las Galápagos.

Después que el sacerdote ofició misa para los viajeros, estos recorrieron lugares aledaños, especialmente en busca de agua. Con suficientes provisiones reanudaron la marcha.

El 26 de abril de 1535, durante su escala en  Portoviejo, Berlanga redactó un informe sobre el episodio de semanas  atrás, gracias a que tuvo la precaución de tomar apuntes, hacer cálculos y concluir que había llegado a un sitio fuera de lo común.

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No olvidemos que nuestros audaces navegantes manteño -guancavilcas ya conocían las  Galápagos antes de marzo de 1535,  y que el archipiélago se  incorporó oficialmente al Estado ecuatoriano el 12 de febrero de 1832, durante la presidencia de Juan José Flores.

Asimismo, que por su extraordinaria riqueza de fauna y flora es  sitio de atracción y estudio para los científicos. Con esto ratifica su denominación de Patrimonio Natural de la Humanidad.

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La Salamandra
Documentos testimonian el nacimiento de la  Salamandra Nº 2, robustecida en sus escuadras con la mayoría de la juventud guayaquileña, que firmó un pacto de asociación cuyo original depositaron los firmantes en poder de don Manuel Galecio, tesorero de la compañía.

Los infrascritos se comprometieron bajo su palabra de honor “a asociarse para manejar la bomba expresada, conforme el reglamento anterior que se formará al objeto y sujetándose en él a cuatro importantes bases”.

Concluyeron,  además,  que “el espíritu que reinará en todo y cada uno de los miembros de la bomba Salamandra como móvil de sus acciones, será competencia a la bomba Perseverancia”.

Entre los 44 firmantes del acta constaron Clemente Ballén, Ildefonso Vargas, José M. Mateus, Pedro Elizalde, Antonio Gálvez, Agustín Galecio, Agustín Méndez, Luis Blondet, Eleuterio Martiz, Ildefonso Vargas, Juan F. Antepara, Amadeo Izquieta.

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Como se consignó, la bomba  Salamandra es una de las antiguas de esta urbe. Se ubica frente a la plaza Rocafuerte, sus hombres, recursos y acciones para combatir los incendios que azotaron a Guayaquil constan en incontables libros y aún las atesora la memoria colectiva.