Tuve el privilegio de vivir en Uruguay en la época de los tupamaros, precisamente en aquellos tiempos en que la confrontación política era muy dura, como dura era la situación económica y social imperante en una de las democracias más estables del continente.

Mil novecientos setenta y tres fue un año difícil. Gobernaba el tradicional partido Blanco, que se alternaba con el partido Colorado el ejercicio del poder, mientras la tercera fuerza, el Frente Amplio, que agrupaba a las izquierdas, planteaba los cambios desde la Universidad y otros espacios, como la prensa popular y la organización de grupos sindicales siempre combativos y militantes.

La inequidad prevaleciente en ese hermoso país facilitó la formación de uno de los grupos armados más poderosos de la historia guerrillera latinoamericana: los tupamaros. Su nombre proviene de un indio peruano Túpac Amaru, que se insurreccionó contra los españoles.

Los tupamaros provenían de grupos universitarios de izquierda, de mucha valía –el brazo violento del Frente Amplio, decían–, que tomó la opción por las armas, y cuya organización fue un verdadero rompecabezas para la policía, porque casi ninguno de sus miembros se conocían entre sí, los códigos que utilizaban eran sofisticados para la época, y los golpes que profirieron, desconcertantes. Uno de ellos –el más sonado– fue el secuestro de un alto funcionario norteamericano, que causó dolores de cabeza al Gobierno y por supuesto a los Estados Unidos.

Pues bien, la guerra entre el Gobierno y los tupamaros dejó una lección difícil de olvidar: una generación decapitada –más de veinte mil víctimas entre muertos y desaparecidos–, que luchó por ideales.

En treinta años ha corrido mucha agua debajo del puente. El Dr. Tabaré Vásquez, médico y ex guerrillero, dirigente máximo del Frente Amplio de Izquierda, ganó las elecciones en una lid democrática. Anteayer asumió el poder en uno de los actos más relevantes de la historia reciente. Por primera vez en Uruguay, en 174 años, un gobernante de izquierda llega a la presidencia por la vía democrática.

Los tiempos han cambiado. Antes prevalecía la confrontación sobre la democracia capitalista. Hoy “reina” la globalización y la realidad se ha impuesto sobre la subversión. El flamante Presidente uruguayo propone un “país productivo”. Claro, es que hay que producir para repartir, según la lógica del capitalismo. Más vale ser pragmático, porque no es lo mismo estar en el Gobierno que en la oposición.

“Festejen uruguayos, festejen, que el triunfo del Frente Amplio es de ustedes. Esto es mágico”, ha dicho Vásquez al encabezar el primer Gobierno de izquierda para un periodo de cinco años. Pero no todo es “mágico”, pese a tener la mayoría absoluta en las dos cámaras. La eliminación de la pobreza extrema, con una inversión de 100 millones de dólares –que fue una promesa de campaña– será el primer desafío para el sereno Presidente, que dio siempre una imagen de cordura.

De esta manera, Uruguay inicia una transformación política de importancia continental, donde las izquierdas, por la vía democrática, alcanzan progresivamente espacios que hacen pensar en una tendencia que se abre paso en América Latina.

La experiencia de Lagos en Chile, otro socialista moderado, y Lula, en Brasil, del Partido de los Trabajadores, son referentes para Vásquez, quien tiene que navegar entre las aguas del mercado y las presiones sociales.

¿Un socialismo “light”?