Las cartas de su enamorada, Gabriela, de 19 años, y de su madre, Mercedes, le dieron un aliento de vida para recordar que no estaba solo en el proceso de recuperación para alcohólicos en un centro de ayuda de la ciudad.

Para Julio, de 19 años, las palabras de aquellas mujeres fueron un empujón de vida para seguir con el tratamiento y no desistir.

“Recuerdo que mi enamorada me escribió la historia del gato: me decía que este animalito tenía siete vidas y que por amor daba una de ellas. Y que así mismo, ella lo haría y permanecería conmigo en mis problemas y superaciones.

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“Con mi mamá tuvimos un encuentro de confrontación, como lo llaman los del centro de terapia. Yo le pedí disculpas por las veces que la hice llorar y la lastimé. Y ella, enseguida me abrazó, me perdonó y me dijo que me amaba mucho, tanto así que pase lo que pase me estaría esperando siempre.

“A ellas las veo algunas veces a las semanas y por ratos, ya que de acuerdo al tratamiento estoy internado. Pero gracias a Dios, después del viernes ya podré estar junto a ellas”.