Luego de las disposiciones para evitar posibles desmanes y el consumo de licor en este lugar, los operativos no logran resultados ante la gran cantidad de grupos que ingieren bebidas alcohólicas.

Sábado, 23h25. El malecón de Salinas está encendido.
Centenares de visitantes deambulan por las aceras confundiéndose con los vendedores ambulantes de bebidas, accesorios y pareos. Apenas unos cuantos se percatan de la garúa que cae pertinazmente y deciden guarecerse bajo techo.

En la playa, a tres metros del mar, decenas de jóvenes y adultos yacen sentados sobre la arena bebiendo licor. Unos diez  miembros de la Marina recorren el sector para impedir que se ingiera alcohol, sin embargo, sus intentos parecen ser vanos. En cada tramo se encuentran personas bebiendo que hacen caso omiso de las indicaciones de los miembros de la Policía y Capitanía.

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Así transcurren treinta minutos hasta que aquella pertinaz garúa se transforma en lluvia y ahuyenta a la mayoría de trasnochadores que convierten al malecón en un sitio de encuentro y diversión, que deja como saldo botellas, vidrios y colillas de cigarrillos tanto en la arena como en veredas.

En cada tramo de este lugar, en las bancas, se confunden grupos que ingieren alcohol, con botellas en mano, con las familias que acuden a pasear por el corredor del malecón.

Continuamente, vehículos pasan con parlantes a alto volumen. Una patrulla de la Comisión de Tránsito del Guayas (CTG) circula por el sector controlando con altavoz que los automotores no se estacionen en la acera.

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Mientras, un policía que no se quiso identificar expresa que su objetivo se limita a controlar que no haya asaltos, porque impedir que se ingiera alcohol les resulta difícil.