Cuando los últimos años los indígenas comenzaron a liberarse y exponer sus primeros indicios de justicia social, no solo parecería la hora de la conquista de sus derechos conculcados, sino que este despertar equilibraría la fuerza tirana que se fortalece por la debilidad que amilana al pueblo sin ideales; lo cual propicia la impunidad de la corrupción política.

Corrupción que ahora ya no precisa del imperio de la noche para las disputas encarnizadas del erario.

La maldición de la codicia del poder ha logrado alojarse en nuestros hermanos indígenas, quienes están siendo manipulados por el lenguaje lírico y farsante de quienes quieren desunirlos para debilitarlos, porque solo ellos han combatido sus andanzas.

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No han logrado todavía en forma definitiva la desintegración total de este respetable sector, al que se los pone en las contramarchas que se realizan, seguramente condicionado y por eso unos piensan que es de su propiedad y puede a su antojo movilizarlo. Es penoso que una política perniciosa se imponga frente a los lazos de la hermandad.

Ab. Marcos Mendoza Mero
Manta