¡Extraño planeta donde suceden cosas inverosímiles! Es iluso quien cree poseer la verdad. No veo por qué tendríamos que escoger entre Cristo y Gautama si podemos venerar a ambos. La opinión de un columnista es sujeta a equivocaciones. Más que polemizar vale dialogar cuando el interlocutor se muestra dúctil, maduro, si acepta que su verdad como la nuestra son falibles; las creencias, relativas; las certezas, provisionales. Tan importantes como las columnas de opinión son las cartas de los lectores.

No me disgusta el consumismo razonable pues todos nos damos ciertos placeres, mas al encontrar en internet juguetes infantiles de $ 48.000 (pequeños automóviles de lujo con motor y todo), no dejo de pensar en lo que haría el hermano Roberto con semejante suma. Podría obsequiar casas a 90 familias. No estoy en contra de las alhajas pues la coquetería de las mujeres es parte de su encanto, mas un reloj de 690.000 dólares con oro y diamantes me causa escalofríos. ¿Podría un lector darme una idea de lo que costó hasta la fecha la guerra de Iraq?

En Francia leí que el gran alboroto de la temporada invernal estalló cuando la hija de Carolina Herrera lució en tres cocteles la misma blusa. Pensé en mujeres suburbanas abonadas a un solo vestido durante varios lustros. La Pasión de Cristo vista por Gibson armó polémica, luego la gente olvidó. Jesús es para casos de emergencia. La muerte es obsoleta hasta que llegue la nuestra o la de un ser muy querido. Al salir de los cementerios, seguimos ilusos como si fuésemos inmortales.

Soy alérgico a George Bush pero tengo amigos norteamericanos, rusos, israelitas, libaneses. Me gustaría tener amistades en cada país. Al envejecer, uno rechaza el maniqueísmo. Nada es blanco o negro. En el año 2005, Romeo es judío; Julieta, palestina. Veo muy bien el matrimonio de un soldado americano con una muchacha de Bagdad o de Kabul. Reivindico mi derecho a criticar a la derecha como a la izquierda, más aún si son extremistas. Lo más hermoso de la democracia es el derecho a discrepar. Donde no hay libertad de expresión, pensamiento, creación, reina el fascismo, llamado también totalitarismo. No es democrática la vida; pero sí, la muerte. Morimos después de desvivirnos.
Fumamos cigarrillos, mezcla de gases y partículas cargadas con cuatro mil sustancias de las cuales cuarenta son cancerígenas. Armamos nuestro propio suicidio con monóxido de carbono, nitrógeno, ácido cianhídrico, amoniaco, cadmio, mercurio, plomo, cromo, alquitrán, nicotina, todo eso y mucho más incluido en un minúsculo cilindro de papel. Saqueamos la naturaleza.

En Roma, dentro de un ritual, los líderes de una banda de rock matan con martillo a un chico de 16 años. A su novia, de 19, la cosen a puñaladas. Según el Vaticano, unos 5.000 adeptos practican en Italia el culto a Satanás. En Guantánamo, en Iraq, dondequiera, se tortura, se humilla. En muchos hogares el macho de turno muele a golpes a los hijos, a la esposa. El peor pecado es la crueldad. No hemos alcanzado la civilización por más que hablemos de ella.
¡Mundo raro el nuestro!