En sectores cercanos a esteros, pobladores toman canoas en vez de buses, en tramos de 2 minutos y a $0,15.

En sectores cercanos a los esteros Mogollón, del Muerto y sus ramales, pobladores de diversas zonas del sur en la ciudad utilizan canoas en vez de buses, ante la ventaja de que estas les ahorran casi una hora en relación con los recorridos de esos vehículos.

En cada trayecto, que cuesta $ 0,15, hay que sortear basura y lodo.

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Miguel Zamora, de 54 años, solía pensar que los buses eran los únicos que podían movilizarlo de un lado a otro.

Hace ocho meses descubrió que estaba equivocado. Cuando cambió su residencia de Leonidas Plaza y Cuatro de Noviembre a la cooperativa El Madrigal (isla Trinitaria) supo que las canoas lo sacarían de apuros en continuas ocasiones.

Utilizando ese transporte fluvial, Zamora llega hasta La Colmena 1 en dos minutos, mientras que en bus le toma más de una hora según dice.

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En ese sector, donde las casas de caña se imponen a orillas del estero Mogollón, las canoas tienen vital importancia. Son el transporte que ahorran tiempo y dinero a quienes deciden utilizarlas.

Para subirse a una de ellas, hay que sortear basura y lodo, pero parece no interesarle a quien lo hace. El servicio es barato y el trayecto es corto.

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Quizá es ese el detalle que hace que la clientela se mantenga. Al menos esa es la explicación que le encuentra el canoero Santos Cortez. Tiene 62 años y diez de ellos los ha dedicado a transportar personas en su embarcación de madera.

Una travesía que cuesta 15 centavos el pasaje y en la que se llega a la otra orilla en 2 minutos.

Él trabaja de lunes a viernes recorriendo una y otra vez el sitio. Tiene tres compañeros con los que comparte el oficio los fines de semana y las noches, pues en El Madrigal se puede tomar una canoa los siete días de la semana desde las 05h00 hasta las 23h00.

Este medio de transporte, que probablemente para muchos quedó en el pasado, es indispensable en algunos sectores de Guayaquil, una ciudad rodeada de esteros.

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Por Esmeraldas Chiquito es común observar las embarcaciones que van de un lado al otro, atravesando el estero Del Muerto, cargadas de gente.

Esclainer Corozo, de 17 años, trabaja ahí con su amigo Fernando Cortez, de 18. Ambos tienen dos semanas ejerciendo la labor. Tiempo suficiente, dicen, para familiarizarse con los remos, la pestilencia y las espesas aguas llenas de desperdicios.

En su vetusta, pero sólida canoa no se suben muchos pasajeros. Apenas tres o cuatro, pese a que esta tiene capacidad para siete.

“Es que cruzamos hacia Nigeria (isla Trinitaria) y eso se pone peligroso a cualquier hora. Hay que estar once (atento)”, justifica Corozo.

Al concluir el día, Corozo no queda muy contento con el dinero ganado. A diario hace solo $ 5, por eso dice que se dedicará al oficio por un año, ya que luego quiere probar suerte en un área completamente distinta: la de la música.

Las embarcaciones como las de Cortez y Corozo también se las observa por la cooperativa Jaime Roldós, al norte  de Esmeraldas Chiquito.

El rústico muelle ubicado en Nicolás Segovia y la I es el lugar de partida para los que se dirigen a ese punto.

Vicente Flores, de 64 años, quien vive en Guerrero Martínez y la D (en el sector conocido como Virgen del Soto) hace dos años cruza ese brazo de río en una canoa. Llega al otro lado, a la cooperativa Jaime Roldós, donde vive su madre, Delia Sánchez.

“Mi madrecita está enferma, yo la visito casi a diario”, dice el hombre, quien lleva una funda de remedios.

Para él, las embarcaciones le acortan el trayecto de media hora que tendría que hacer si lo realizara en bus. “Si me voy más arriba, donde hay un puente de fierro, hasta que llegue hasta allá y dé la vuelta por aquí ya he ido y pasado dos veces”, dice Flores.

Él cree que este servicio es rústico, sin embargo, no le importa soportar incomodidades para llegar a su destino en el menor tiempo posible.

Un destino que él, al igual que muchos que realizan similares recorridos, observa desde lejos, a bordo de una canoa de madera con unos remos que lo llevan mucho más rápido que el motor de un bus.

FLUVIALES

LA CARGA
Las embarcaciones lucen vetustas pero soportan el peso de bicicletas, coches de bebé y cartones de comida que transportan los usuarios. Familias completas utilizan sus servicios.

CLIMA
La lluvia no es pretexto para dejar de trabajar. El canoero Santos Cortez asegura que en varias ocasiones ha tenido que remar soportando aguaceros. “Es más difícil cruzar al otro lado, pero igual toca hacerlo”, manifiesta.

OSCURIDAD
Durante las noches también se realiza este tipo de transportación. Los canoeros iluminan su travesía  con el escaso alumbrado público en las orillas de las cooperativas Nigeria, Esmeraldas Chiquito y los otros sectores.

EL TRAYECTO
El trayecto para cruzar de una cooperativa a otra tarda dos minutos en promedio.

COSTO
El pasaje les cuesta $ 0,15 a los adultos y $ 0,10 a los niños.

LA SEGURIDAD
Los canoeros aseguran que no se han producido accidentes en los viajes. “El agua es tranquila, no tiene por qué virarse la canoa, dice Gonzalo Cedillo, canoero que transporta a pasajeros desde Nicolás Segovia y la I hasta Esmeraldas Chiquito.

ASALTOS
Carlos Huayamabe, un usuario,  asevera que en los casi 30 años que utiliza estas canoas no ha sufrido asaltos.