Una de las perturbaciones que sufren los países débiles y pequeños se origina en los rumores que, sobre ellos, circulan en los países grandes. Cada vez los sobredimensionamos, según se acomoden a las necesidades de algunos de los fragmentos de país que componen la nación ecuatoriana.

Si en el Washington Post un desaprensivo analista pone a circular una hipótesis, esta es utilizada en el Ecuador para sembrar el miedo sobre lo que en Estados Unidos estén pensando de nosotros. Y tal vez no están pensando nada.

Un juez español con afanes de notoriedad escribe un libro sobre algunos secretos de América Latina, convierte en verdades algunas inocentadas dichas al paso por un prontuariado, también con afanes de notoriedad, y el Gobierno y el Congreso se movilizan, unos cuantos diputados, con sus respectivos afanes de notoriedad, vuelan a verificar la verdad de lo dicho. Cuando en verdad son ligerezas de un europeo que las dijo porque solo se trataba de travesuras latinoamericanas.

Son los efectos, quizás, de una dominación que invade todos los campos de la cultura, de una hibridación cultural mal digerida.

En el oscuro mundo de los consultores internacionales, abundan los que se dedican a trazar diagnósticos y predicciones antojadizas sobre lo que ocurrirá en nuestros países; y nuestras élites se apuran a elevarlos a la calidad de sentencias internacionales que nos condenan o nos salvan del ostracismo o la vergüenza internacional. Así es como nació esa entelequia que las finanzas virtuales llaman “riesgo país”.

No falta tampoco el agente de la CIA o de alguna sociedad financiera especulativa que, arrepentido de sus actos, quiere reescribir la historia de nuestros países. Y le tomamos al pie de la letra.

Así podríamos abundar en ejemplos de “descubridores” de secretos internacionales que agitan las aguas de la política local.

¿No se trata, acaso, de otro de esos enfermizos afanes por agitar los temores y los prejuicios nacionales, los actos de un subsecretario de Bienestar Social, Bolívar González, develando fantasmales tráficos de dólares entre los países ricos y las fundaciones nacionales?

La diferencia radica en que el imaginario de Montesinos y de Baltasar Garzón no hace más que entretener a los parroquianos por unos días, mientras que las acusaciones de González buscan poner en entredicho décadas de solidaridad entre pueblos y entre organizaciones sociales. Una solidaridad que ha acompañado a los pobres a recuperar la fe en sí mismos. A González, tal vez por su experiencia personal, la solidaridad le huele mal.

Pero los afanes de perseguir a estas acciones solidaridad por parte de González no han concluido. Sigue husmeando por fuera de la ley. Y se guarda cartas bajo la manga. Podríamos preguntarnos, por ejemplo, si el haberse equivocado al redactar el acuerdo que dejó insubsistente la intervención en la Fundación Mariana de Jesús (pues se trata del acuerdo número 4793 que en la rectificación aparece con el número 4827) es un error o una viveza para que quede vigente la ilegal intervención.

Es demasiado oscura la mente de algunos funcionarios como para adivinar sus intenciones.