Cientos de libaneses se concentraron  nuevamente ayer en el centro de Beirut para exigir que los soldados sirios abandonen el país, al tratar de mantener la presión sobre su presidente aliado a Damasco, mientras se inicia la búsqueda de un nuevo primer ministro.

El lunes, el primer ministro Omar Karame anunció su dimisión sorpresivamente, cediendo a la presión popular.

En el resto del país, negocios, empresas y bancos abrieron luego de un paro de un día el lunes en protesta al asesinato el 14 de febrero del ex primer ministro Rafik al Hariri, evento que detonó las manifestaciones contra el dominio político y militar de Siria.

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Según analistas, Siria multiplica las concesiones y trata de forjar alianzas con sus vecinos árabes para reducir la presión de EE.UU. y romper su aislamiento tras más de cuatro décadas de encarnar la línea dura de los países árabes.

El objetivo sería evitar el destino de Iraq, país que encabezaba el frente de la firmeza árabe hasta la invasión norteamericana y británica.

Siria tiene 15.000 soldados en Líbano y es el poder de facto en ese país, pero la presión de los libaneses y de la comunidad internacional encabezada por EE.UU.  obligó a hablar sobre su retirada.

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Ayer en Londres, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, pidió a Siria implementar la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que exige su salida de Líbano.