Sobre la alfombra roja del Teatro Kodak, sede de la ceremonia de entrega de los premios Oscar, los agentes, manejadores y relacionadores públicos de las estrellas de cine se afanan y se multiplican tratando de conseguir unos segundos de pantalla para sus representados. Corren de un lado para el otro, de periodista en periodista, ofreciendo su producto, que viene caminando distraídamente a unos pasos de distancia. Así, cuando se es una figura de E! Entertainment Television, ABC o TNT, basta con pararse al filo de la alfombra. Tarde o temprano, la montaña irá a Mahoma. Y Mahoma hasta se dará el lujo de rechazarla si considera que la montaña no da la talla.

Mánagers y periodistas, claro, negocian fuera de cámara. Aun así, un espectador atento siempre podrá distinguir algunos detalles del proceso. Nunca faltan los mánagers que pierden el recato y se hacen notar, como la de Penélope Cruz, este domingo, a quien vimos haciendo cola tras Anette Bening y Warren Beaty mientras los entrevistaba E! Entertainment, y luego llevándose a la española de la mano.

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Claro que también existe la otra cara de la moneda. Por un lado, los agentes buscan a las figuras de las grandes cadenas de televisión y tratan de agradarlas, me imagino, para no ser rechazados. Por el otro, las pequeñas cadenas (o aquellas que no pintan mucho en Estados Unidos) buscan, a veces desesperadamente, a los agentes. Y no siempre lo consiguen. Pregúntele si no a Ana María Montero, de CNN en español: Leonardo Di Caprio ni la regresó a ver, Hilary Swank le pasó de largo y hasta Salma Hayek se le escapó, empujada por el mánager, mientras le dedicaba una triste mirada de impotencia, como diciendo: ni modo, carnal, me lleva este pinche güey.

En resumen: creemos que estamos asistiendo a un desfile de moda y de glamour, pero en realidad se trata de un torneo de relaciones públicas.