Convertirse en artista una noche y dejar el estrés, son ventajas que dan los karaokes, según sus seguidores.

Entre risas discuten quién lo hará primero. Un grupo de seis amigas se reúne al salir de su lugar de trabajo, en un karaoke para hacer algo “diferente”.

El mesero les pasa una carpeta con 1.700 canciones de las que escogen cuatro.
“Ésta de aquí, es la precisa”, “te acuerdas de...”, “pero cántala sola”, son algunas de sus frases. A dos de las mujeres presentes, sus amigas las califican como las más ‘valientes y atrevidas’. Están calladas y cruzan miradas. Cuestionan a las otras cuatro si en realidad lo van a hacer.

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Así, al llegar el turno de su mesa no cantan, pero terminan por interpretar los temas seleccionados por sus amigas que no se deciden a hacerlo por vergüenza.
Tienen que pasar las horas y darse cuenta que en este lugar no importa cómo se cante. Puede ser bonito. Puede ser feo, pero hay que hacerlo, perder el miedo y tomar los micrófonos. Después, nadie las detiene.

Los karaokes son una de las modas de Guayaquil. Es una diversión originaria de Japón, donde apareció hace unos treinta años. Su nombre se debe a dos voces niponas: Kara, que viene de Karappo y significa vacío; y Oke,  que viene de Okesutura y significa Orquesta. Karaoke, entonces, quiere decir Orquesta vacía.

Son negocios en los que acuden personas de casi todas las edades y de diversa condición social. Son, en su mayoría, gente que sale de su trabajo y necesita “sacar el estrés”, según Isabel Barrera, propietaria del karaoke Sabú, ubicado en el cerro Santa Ana.

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Ella es testigo de que las mujeres son más desinhibidas que los hombres.
“Generalmente vienen en grupos numerosos, rara vez  alguien viene solo”, cuenta Barrera.

Patricio Bermúdez y Silvia Zambrano son seguidores pasivos de los karaokes, no cantan pero les gusta ver la alegría de los demás.

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Ellos están con siete amigos más. Jaime Flor dice que gusta escuchar canciones en otras voces y que cuando canta termina sintiéndose artista.

Para que pase eso, para que los clientes sientan que están casi en un escenario, los locales tienen variada tecnología. Hay, por ejemplo, programas como el Van Basco, que incluso marca con puntaje la actuación del cantante. El común de los karaokes muestra la letra de las canciones en una pantalla con un video del artista elegido. Obviamente, solo se escucha la melodía.

La base de datos de canciones, antiguas o modernas, de estos lugares, va de mil a tres mil, dependiendo de la capacidad de sus máquinas.

Martha Cáceres lo ve como una competencia. Un reto. Vencer a los demás, pensando que, en realidad, ella es la estrella de la noche.

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KARAOKE

Algunos sitios
En nuestra ciudad,  existen diferentes sitios para realizar esta actividad, entre ellos  Sabú en el Cerro Santa Ana, en Urdesa West end y café Europa. También en el bus de recorridos turísticos América Visión,  se anuncia este tipo de entretenimiento.

Costos.
En la mayoría de estos lugares, no existe un costo determinado por cantar, pero hay que consumir como mínimo una cantidad en licores y piqueos de los sitios.