Condenados a ser transportados por otros, amnésicos o mudos, varios pontífices reinaron discapacitados durante el siglo XX y, como ocurre ahora con la enfermedad de Juan Pablo II, el Vaticano ha intentado protegerlos de las intrigas terrenales.
 
Varios pontífices, entre ellos León XIII, Pío XII y Juan XXIII, pasaron los  últimos años de su vida enfermos y a ninguno de ellos se les cuestionó su  capacidad de gobernar.
 
Como en el caso de Juan Pablo II, que sufre desde hace varios años de la  enfermedad de Parkinson y acaba de ser sometido a una traqueotomía que le  impide hablar temporalmente, la Iglesia les garantizó seguir reinando.
 
Ante tal situación, los secretarios particulares y asistentes de confianza  asumieron un papel notable, convirtiéndose en el único contacto con el mundo  exterior, lo que suele suscitar celos, críticas y rencores en los pasillos  vaticanos.
 
Así ha sido para Juan Pablo II, que cuenta permanentemente con su fiel  asistente polaco Stanislaw Dziwisz.
 
Y así fue para Juan XIII, cuya mano derecha fue el arzobispo Loris Capovilla; la autoritaria monja Pasqualina Lehnert lo fue de Pío XII; y el  sobrio arzobispo Pasquale Macchi que fue secretario de Pablo VI.
 
Los libros de historia reciente recuerdan los últimos años del Papa León XIII, el italiano Joaquín Pecci, que reinó de1878 a 1903.
 
El primer Pontífice captado en un filme y que fue iluminado por primera vez con luz eléctrica, tenía que ser cargado en brazos de una sala a otra del palacio apostólico. "Pasó los últimos tres años de su pontificado sin hablar y sin embargo escribió la primera encíclica social Rerum Novarum", recordó recientemente en una entrevista a la prensa Capovilla, de 89 años, el anciano secretario de Juan XIII.
 
Según algunos historiadores, León XIII murió oficialmente de una pleuritis  en 1903. Pero una tarde se "le agravó el catarro" e "inadvertidamente entregó el alma a Dios", cuentan los libros de historia.
 
Muchos temen que se repitan los años marcados por el silencio de Pío XII,  el controvertido Eugenio Pacelli, que reinó de 1939 a 1958, durante la Segunda  Guerra Mundial.
 
Pío XII se aisló al final de su papado del mundo exterior y mantenía contactos solo con dos personas.
 
Su pro-secretario de Estado, monseñor Domenico Tardini y su gobernanta, la  célebre sor Pasqualina, la monja suiza-alemana que durante cuarenta años fue  secretaria particular de Pío XII.
 
Durante la vejez de Pío XII en realidad mandaba un grupo de cardenales  (Tisserant, Ottaviani, Pizzardo, Micara, Canali) con el permiso de Sor  Pasqualina, sostienen los expertos del Vaticano.
 
"Sufría amnesia. Daba órdenes y después podía suceder que regañara a  alguien por haber cumplido la disposición, ya que no recordaba para nada  haberla ordenado", recuerdan los estudiosos.
 
"Por tres años el Papa Pacelli no quiso que se supiera que estaba enfermo",  recuerda un veterano de la Curia, que sostiene que el pontífice no consultaba  las decisiones directamente con sus cardenales y prefería tomarlas con su  asistente.
 
Con Pío XII se dejaron de programar audiencias privadas tanto a jefes de  dicasterios, los ministerios en un gobierno civil, como a personalidades, algo  que muchos consideran que ocurrirá con Juan Pablo II tras agravarse su estado  de salud y la traqueotomía a la que fue sometido.