Esta semana estará en Guayaquil Rubén Costas, el líder de la autonomía boliviana. Si bien Santa Cruz está dando sus primeros pasos y su autonomía es absolutamente incipiente en el fondo, en su forma arrancaron con un proceso político muy agresivo, distinto al de Ecuador, donde se viene hablando y estudiando del tema más formalmente desde hace decenas de años. Bolivia explotó abruptamente, sin un proceso planeado con anterioridad, ni en detalle. Como Andrés Openheimer hace casi 10 años lo vaticinaba, basado de un estudio publicado por la Universidad de California,  los conflictos en los países menos desarrollados, en el futuro no se darían por problemas étnicos ni raciales, sino por ansias de autonomía no satisfecha por sistemas centralistas.

En aproximadamente un mes, estará en Guayaquil Jordi Puyol, líder no solamente de la autonomía catalana, sino de toda España, donde está implantado y maduro el proceso autonómico desde hace algunas décadas, sin por eso dejar de avanzar. Por palabras del ex presidente español, de visita en nuestro país hace años ya, si España no hubiera optado por las autonomías, no podría seguir unida como nación. Ocurrió absolutamente lo opuesto al argumento que esgrimen quienes neciamente se oponen a la autonomía. En España sirvió para amalgamar la patria, para unir la nación, no para desunirla.

Estas visitas son muy importantes en momentos en que Guayaquil como ciudad y el Guayas como provincia deben definir su autonomía.  Debemos concretar hasta dónde queremos y podemos avanzar. Las competencias hasta ahora solicitadas son realmente solo un primer paso, pero absolutamente insuficiente para satisfacer a nueve de cada diez guayasenses que votaron por algo más. Por mucho más.

Para comenzar, la base del 25% del Impuesto a la Renta no basta. Algo similar se debería aplicar para todos los impuestos provenientes o de la proporción del Producto Interno que se genera en la provincia y la ciudad. Una parte similar del Impuesto al Valor Agregado y a los Consumos Especiales debe ser incluido en el presupuesto de los gobiernos locales, así como todos y cada uno de los impuestos o tasas producto de la actividad económica local. Los aranceles y tasas a la exportación son de los poquísimos impuestos que deberían alimentar directa y enteramente el presupuesto del gobierno central. También necesitan los gobiernos locales capacidad para otorgar exenciones tributarias que sirvan para generar mayor actividad económica en la región, siempre y cuando no mermen recursos ya existentes destinados al gobierno central. El Ecuador se hunde. El irresponsable manejo económico del Estado, apalancado en un artificial y temporal precio del petróleo, causará una debacle pocas veces vista cuando el barril caiga por debajo de veinte dólares. Es imposible que un país donde el sector estatal sea dos tercios de la economía, con uno de los peores índices de productividad de América y mayores de corrupción, pueda sostenerse. Los gobiernos locales responsables deben tratar de no dejarse arrastrar por las posibles crisis económicas venideras.