En varios cantones del Azuay, familiares de los emigrantes se unen para crear pequeños negocios.
 
El viernes  y sábado de la semana pasada se realizó el IV Encuentro de Familiares de Migrantes del Azuay, organizado por la Fundación Paul Rivet, en el que participaron 60 líderes comunitarias que expusieron y compartieron las experiencias de trabajar organizadamente.

Casi 300 familias de varias comunidades campesinas  de Cuenca, Gualaceo y Santa Isabel emprendieron hace un año un proyecto con la intención de crear microempresas con el aporte de las remesas de sus familiares que se encuentran principalmente en Estados Unidos y España.

El 24 de febrero terminó la fase de capacitación dentro del proyecto. Durante ese tiempo las comunidades aprendieron a valorar la organización como punto de partida de la superación y a reconocer sus habilidades para crear las microempresas, manifestó Ana Murillo, coordinadora del evento.

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De ahí que este año en Santa Isabel se formara la Asociación de Familiares de Migrantes, que agrupa a 130 socios de San Alfonso, comunidad donde se creó una panadería y una fábrica de lácteos; al igual que en Santa Teresita y en La Libertad, mientras que en Shaglli, los asociados crearon un banco comunitario con un capital de 500 dólares, que servirá a futuro para la conformación de una cooperativa de ahorro y crédito.

María  Benalcázar, de 28 años, es la presidenta de esta organización, ella realizó en el 2000 un viaje como turista a España y decidió quedarse a trabajar sin legalizar su estadía.
Después de tres años de permanecer sin trabajo fijo en el exterior decidió retornar al Ecuador, donde se reencontró con sus dos hijos, Carlos de 9 y María de 7 años.

Desde que regresó, asegura haber buscado varias formas de ganarse la vida y una de ellas fue solicitando un préstamo a sus dos hermanos mayores y cuñada que están en el mismo país europeo; sin embargo, añadió, que emprender una empresa o negocio sola es demasiado costoso y difícil, por eso recurrió a la organización.

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Sus familiares y otros tres compatriotas se reunieron en España y les enviaron 100 dólares como regalo para incrementar el capital del banco, según la dirigente.

“Ahora ellos esperan que estos proyectos prosperen para más adelante invertir los ahorros de su trabajo en el exterior”, refiere.

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Benalcázar está convencida de que es posible trabajar, crear pequeñas empresas y dar trabajo con las remesas de los familiares que ahora viven en el exterior. “Eso ya se está comprobando en mi cantón”, dice.

 

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