El 16 de febrero la Plaza Grande y sus alrededores amanecieron con olor a guerra, a miedo; el Presidente, nuestro  dictócrata, cual Mambrú, decidió hacer la guerra, no en defensa del pueblo sino en contra del mismo.

En una canción, Mambrú se nos fue a la guerra, pero a pelear por su país, no en contra de sus hermanos. Y en otra tonada, el mismo Mambrú escribía al rey de su nación pidiendo paz para su pueblo, a lo que el rey accedía con dignidad.

Nuestro dictócrata no ha querido ser Mambrú, por eso se rodeó de alambradas, murallas de hermanos policías, francotiradores, para defenderse de la paz. El Coronel no ha querido ser Mambrú, ¡ay, qué dolor, qué dolor, qué pena...! El héroe de la canción, en una versión, muere por la paz, y en la otra, vive exhortando por ella.

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El Presidente tampoco ha sido Pinocho, porque el muñeco de madera, después de mentir y ver que su nariz crecía sin fin, se arrepiente y deja de timar. Nuestro dictócrata, aunque el hada del pueblo ecuatoriano quiere darle un corazón, sigue lanzando mentiras que incrementan la desesperanza de todos, y no asume la rectificación. Por eso se nos  muere la confianza de que como Pinocho, el Coronel quiera recomenzar al servicio del pueblo que lo eligió; y no nos queda más que acotar, “colorín colorado el pueblo ecuatoriano ha sido vejado”.

Mª Gabriela Espinoza
Quito