No solo no se revisó la conformación de la nueva Corte Suprema de Justicia, de dudosa autoridad ética y legal, sino que se ha procedido, además, a un reparto absolutamente desigual de las vocalías de los tribunales electorales, lo que inevitablemente despertará dudas y suspicacias sobre la pureza del próximo sufragio.

El argumento de que en el pasado otros partidos hicieron lo mismo no tiene valor.
Una injusticia no se corrige con otra. Los grupos que ahora se alinean con el Gobierno denunciaron el sistema ilegal e injusto –repudiado ampliamente en el país– de concentrar las instituciones del Estado en pocas manos, y ofrecieron acabar con el mismo; en su lugar, lo que están haciendo es reproducirlo y ampliarlo a niveles inimaginados.

Con eso se respira un ambiente de autoritarismo que podría agravar la crisis política de los últimos días.

Publicidad

Quienes pierden con todo esto no son algunos de los viejos partidos políticos, como proclaman los voceros de la mayoría oficialista, sino la democracia ecuatoriana. Lo que el Ecuador necesita no es reemplazar a unos caudillos por otros, sino recuperar el respeto a las instituciones, las leyes y los procedimientos.