El 12 de agosto del 2004 adquirí un vehículo nuevo modelo 2005, el cual venía funcionando perfectamente y asistió a todos los chequeos requeridos por el fabricante.

Pero el 23 de diciembre, cuando venía  de viaje, a la altura de la ciudad de Milagro el automóvil se apagó y no encendió más. Llamé al servicio de asistencia y fueron a recogerlo al siguiente día –24 de diciembre– y lo trasladaron a los talleres del concesionario al norte de Guayaquil, lugar donde se compró dicho automotor. Como era feriado me dejaron la atención para el lunes 27 de diciembre. Ese día fui a sus instalaciones para preguntar qué pasaba y el mecánico jefe de taller me indicó que era falla del motor de arranque y que demorarían un día en cambiarlo. Me negué a creer que ese era el daño, ya que el vehículo venía en marcha y, por tanto, el motor solo sirve para dar arranque.

Luego, ese señor me indicó que el daño era en la alarma, que la tenía bloqueada y se demorarían unos ocho días en reparación. Pregunté por qué tantos días y les pedí que me ayudaran ya que yo trabajo con mi carro y eso significaría grandes pérdidas para mí.

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Fui entonces atendido por otro señor, quien me dijo que rentara un vehículo y les pasara la factura, les indiqué que no podía hacerlo porque no contaba con dinero suficiente y me respondieron que esperara los ocho días. Esperé y al volver a los talleres, el mecánico me dijo que el carro todavía no estaba listo porque quienes lo desbloquearían tenían que venir de Quito.

Molesto, pedí ver mi carro y me encontré con la desagradable sorpresa de ¡que no tenía el motor! Pregunté qué pasó. Me indicaron que el verdadero daño era en la banda de distribución, que se había saltado del lugar correspondiente; por ende, el motor sufrió daños considerables y procedieron a bajarle la máquina, constatando que era un daño de fábrica, pero que aún no estaba listo pues no tenían los repuestos.

Después de otro día más, el mecánico me comunicó que solo les faltaba rectificar el cabezote y ya estaría mi carro como nuevo.

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Si hubiesen tenido los repuestos, nunca me hubiese enterado que a mi carro nuevo le habían bajado el motor y peor aún, que tendría alguna parte rectificada. ¿Cómo no se dieron cuenta del daño si tenía  dos días de haber salido de su mismo taller? ¿Acaso trataban de ocultar alguna negligencia? Como no me lo han entregado, procedí a demandarlos penalmente ante las autoridades correspondientes.

Ya con la denuncia asentada me acerqué nuevamente, pero ellos quieren entregarme el vehículo reparado, cuando este no debió tener problemas en por lo menos tres años. Yo les estoy pidiendo la reposición de un carro nuevo con las mismas características, o a su vez el reembolso del dinero cancelado, pero siguen en su negativa.

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Geovanny Páliz Riera
Guayaquil