Este Diario hizo esta vez una consulta a hombres para averiguar los porqués de la violencia.

“Yo le pegué en la cara y le dije cosas feas en ese momento de coraje; pero de ahora en adelante no lo voy a volver a hacer”. Esa fue la expresión de Wilmer, de 34 años, ante las preguntas que le hizo una de las abogadas de la Comisaría Cuarta de la Mujer y la Familia, el jueves pasado.

Ella le pidió que explicara por qué había golpeado a su esposa, Amalia, de 37 años, la noche del martes de carnaval. Y él, un poco nervioso y volteándose a cada momento hacia su mujer, argumentó: “Yo solo quería acompañarla a Quito; pero ella no quiso”.

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Después del testimonio, Wilmer confesó que ella era medio coqueta, “jachuda”, que siempre le decía “tú no tienes que mandarme” y que “probablemente, ella estaba vacilando con sus primos de Quito”.

Luego de la discusión, él le pidió la separación y, contradictoriamente, le insistió en tener relaciones sexuales.

Fabián, de 60 años, agredió a su mujer verbalmente porque, según él, jamás probó alguna comida preparada por ella; pese a que se comportó como un buen esposo.

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“Le compré una máquina de coser y le obtuve una licencia de conducir para que ella no se quede atrás y progrese”, manifestó.

Otros ocho hombres consultados por este Diario se remitieron a los conflictos domésticos y a supuestos celos como la causa que los motivó a agredir física, verbal y sexualmente a sus esposas.

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La subteniente Paulina Escobar, representante de la Oficina de Defensa de los Derechos de la Mujer y la Familia, indicó que detrás de las investigaciones que se realizan a los cientos de parejas, se descubre que la agresión viene desde hace años de ambas partes, esposo y esposa.

Es decir que el hombre acumula resentimientos porque no se siente bien en su hogar, porque la comida no está servida o, quizás, porque no encuentra a su esposa en la casa. Y ella, a su vez, puede guardar rencor porque él le dedica poco tiempo a la relación marital.

Por eso, según el psicólogo de la fundación María Guare, Julio Benítez, lo fundamental es la comunicación de la pareja para que ambos se digan a sí mismos qué les gusta y disgusta. Y así evitar comportamientos mezquinos y futuras agresiones.

Además, manifiesta, en la mayoría de las parejas se trabaja con una terapia en la que se profundice sobre las carencias de afecto, ya que “él o ella desconocen lo que significa la reciprocidad y la lealtad conyugal”.

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La psicóloga Sonia Rodríguez, del Centro Ecuatoriano de Promoción y Acción para la Mujer (Cepam), expresa que la violencia de hombres hacia mujeres está relacionada a un referente cultural de la sociedad: el afán de controlar a las mujeres.

Por eso, los motivos como “no me planchó bien la camisa”, “ella anda con otro”, o “no quiso tener relaciones conmigo” no son proporcionales a la agresión. Es solo una muestra de que detrás de esas palabras hay un pensamiento de “yo tengo todas las atribuciones y el poder en la casa... quiero que estés disponible cuando yo lo diga...”

Sin embargo, aclara, nada justifica la agresión. Las mujeres terminan perturbadas psicológicamente y con huellas permanentes en sus vidas.

Hoy, a las 09h00, en  la Dirección Provincial de Salud, esta entidad, la organización Médicos sin fronteras y el Cepam firmarán un convenio para capacitar a los profesionales de la salud en temas relacionados con la violencia intrafamiliar.

SITIOS DE ATENCIÓN Y PREVENCIÓN

Centro Ecuatoriano de Promoción y Acción para la Mujer
Av. General Francisco Robles y Tercer Callejón 44 (junto al mercado Caraguay).
Teléfonos: 244-6945 y 244-7347.

Fundación María Guare
Clemente Ballén y Babahoyo.
Teléfonos: 237-2007, 245-2665 y 245-3447.

Proyecto Arnoldo de la comunidad Verbo Divino
Guasmo Sur, sector Proletarios con Tierra. Parroquia Hermano Miguel.
Teléfono: 248-0694.

ASOCIACIÓN PRO BIENESTAR DE LA FAMILIA ECUATORIANA
Hay distintas oficinas en los sectores norte, sur y centro de la ciudad.
Teléfonos: 240-0888, 240-0095 y 241-2387.

HOSPITAL PSIQUIÁTRICO LORENZO PONCE
Av. Pedro Menéndez Gilbert.
Teléfonos: 228-2629 y 239-5170.