El intento del subsecretario Bolívar González de intervenir en la Fundación Mariana de Jesús y de husmear supuestamente en la vida de seis mil fundaciones, ha vuelto a despertar la curiosidad de algunos medios de comunicación, que se interesan por las organizaciones no gubernamentales y su labor solamente cuando algún funcionario confundido aborda el asunto. Entonces, comienzan a afirmar, sin fundamentos, que estas organizaciones –ONG– no rinden cuentas a nadie de los miles de dólares que reciben.

Naturalmente, en tiempos normales, estos acuciosos periodistas no se acercan a mirar lo que hacen las ONG. ¿Por qué no solicitan los balances sometidos a auditorías externas por empresas nacionales, profesionales, que son el instrumento de control de estas fundaciones, y que, por lo demás, son instrumentos públicos? ¿Por qué no se aproximan a los famosos proyectos, a ver si son exitosos o fracasados, y superamos el nivel de las ambigüedades?

No. Eso no interesa. Lo que interesa es sembrar la duda… por si acaso.
Tampoco estos informadores se han acercado al Ministerio de Bienestar Social o de Educación para enterarse de cuál es la relación del Estado con el sector privado organizado, cuáles son las obligaciones de las fundaciones y cuáles las atribuciones de los ministerios, pues no se trata de un conjunto de minusválidos a los que se les puede “intervenir” cuando un funcionario lo decide.

Durante décadas, el periodismo ecuatoriano no tuvo otros interlocutores que el poder político, el poder económico y las dependencias del Estado. Allí concluían las “fuentes” de información. Es un hecho reciente la apertura de los medios de comunicación a los actores sociales –entre ellos las fundaciones–; y el abandono, por parte de estos actores, de viejos prejuicios sobre los medios.

No conozco otra forma de concretar la cantada “participación” de la sociedad en las políticas públicas que le comprometen, que a través de formas de organización que permitan esa participación. Y para que esta se concrete, se requiere un encuentro, un diálogo constante entre los actores sociales –entre los cuales se destacan las ONG– y los medios de comunicación. Los primeros, para abrir el espacio a la incidencia social en las políticas del Estado; los segundos, para llenar de contenidos ese espacio.

Me dirán que hay fundaciones corruptas. No dudo. Pero tampoco alimentemos esa ignorancia arrogante que encuentra que todos los colombianos y los negros son maleantes, que todos los emigrantes son dignos de sospecha, que todas las fundaciones se embolsican los dólares y son la máscara de negocios secretos, que todos los políticos son inútiles y todos los indígenas son mendigos potenciales. No.

Buena parte de las fundaciones son el espacio en el que se construye algo de ciudadanía, en el que se concretan algunos derechos, en los que los ciudadanos ocupan los espacios que el Estado deja olvidados.

El resto, son los apetitos de Bolívar González y de una burocracia que quiere encontrar recursos por fuera del Estado, para cumplir con sus clientes políticos.