La escritora austriaca Elfriede Jelinek, quien el año pasado obtuvo el premio Nobel de Literatura, se ha anotado un nuevo éxito con su versión de La importancia de llamarse Ernesto, del dramaturgo irlandés Oscar Wilde, estrenada en el Akademietheater de Viena, y que pretende actualizarla con lo que su autor supuestamente desistió de incluir ante las severas normas de censura de su época.

Jelinek ha actualizado la versión en alemán de la divertida pieza de Wilde (The importance of being Earnest), y hasta tal punto dejó su marca en la obra, que la Editorial Rowohlt presenta el resultado con la firma conjunta de ambos en la portada: Oscar Wilde/ Elfriede Jelinek.

En el estreno del pasado viernes de esta “comedia trivial para personas serias”, según la definición del irlandés, en una interpretación semimusical, con piezas cantadas por los actores, se puede ver la sombra de Jelinek tras el hilo argumental, respetado en lo general, pero sazonado con raciones adicionales de picardía, impudicia y malicia.

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La obra teatral obtuvo el aplauso mayoritario del público, aunque, como es habitual cuando se presenta una pieza de la controvertida Jelinek, no faltaron un par de espectadores que expresaron su rechazo en forma de gritos simiescos.

Falk Richter es el director de escena y apuesta, al igual que el texto, por actualizar las referencias victorianas del original. Él afirma que “Jelinek añade lo que Wilde hubiera escrito, si le hubieran dejado, si no le hubieran prohibido hacerlo o lo hubieran amenazado con arrojarlo a la cárcel”.

La escenografía y los personajes aparecen cargados de lentejuelas, sombreros tejanos, gafas tipo Harry el Sucio, pieles de leopardo, dorados, faldas escocesas y multitud de elementos que forman un monumento a la estética “kitsch” que parece revisar de modo irónico la concepción del dandy en la obra de Wilde.

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“Los diálogos en el teatro los encuentro banales y carentes de sentido, salvo si son de Oscar Wilde”, asegura Jelinek, que no acudió al estreno de su versión, pero que firmó unas palabras previas en la edición del texto que se repartió a los periodistas.

“Las comedias siempre sacan punta a los conflictos sociales, de forma parecida a las novelas policiales, que también me gustan mucho”, agrega la escritora.

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Jelinek escribe que ha trabajado con las traducciones del dramaturgo irlandés y “que por desgracia”, en los textos finales, “Wilde se parece cada vez más a Jelinek, si alguien no lo salva”.

La obra mantiene el espíritu de Wilde, sus delirantes diálogos y sus despiadados ataques a los convencionalismos de la alta sociedad, de forma aparentemente frívola, aunque no por ello menos devastadora.

El director de la representación comenta que la sociedad actual, marcada por “el neoliberalismo, tiene grandes puntos de encuentro con la sociedad victoriana”, con su “doble moral”.

En esta representación teatral, la Nobel de Literatura austriaca aparece la Jelinek menos hermética, el público puede retomar algunas de sus obsesiones: conflictos de géneros, la hipocresía, sexualidad latente y equívocos de diferente factura, pero sin llegar al extremo.

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