Los errores médicos son una realidad que está presente desde el comienzo de la disciplina. Algunas pautas básicas, ciertos criterios útiles y diversas tecnologías pueden ser vitales a la hora de prevenir una negligencia.

Una de las múltiples causas de mala praxis es la mala letra. La desprolijidad típica a la hora de escribir una prescripción va acompañada del riesgo de que los farmacéuticos confundan una droga por otra, o el paciente no comprenda como administrar las dosis. Una solución que algunos hospitales de Estados Unidos están implementando es la informatización, es decir el tipeo y la impresión de las recetas por computadora.

Muchos de los daños y lesiones que ocurren cada año podrían haber sido evitados por el paciente. En primera instancia, es fundamental participar en todas las decisiones y entender el porqué de cada paso. Hay que avisar qué medicamentos se están tomando, incluyendo los que se pueden obtener sin recetas, y los suplementos dietéticos o vitamínicos. Es muy conveniente mostrar las cajas de los fármacos que se consumen para que el profesional esté bien al tanto de la situación. Las alergias y las reacciones adversas a las drogas son datos que deben estar claros desde la primera consulta.

Publicidad

El paciente no puede tener dudas con respecto al tipo de medicamento, la dosis y la forma de aplicación. Una vez en la farmacia, es recomendable controlar que el producto sea el indicado. Aunque parezca un consejo innecesario, se sabe que en Estados Unidos cerca del 90% de los errores con fármacos se deben a la compra de una droga equivocada o al uso incorrecto. Es muy frecuente que los enfermos usen medidas equivocadas, como una cucharadita cuando se requiere una cucharada, o que no comprendan las indicaciones escritas en las cajas y en la receta.

En ciertas circunstancias, la rutina diaria se vuelve incompatible con las drogas o estudios. Esta situación puede darse durante o después de la atención profesional, por lo que recibir el alta no es siempre sinónimo de retomar las prácticas habituales.
La comunicación entre los distintos miembros del equipo médico debe ser fluida, clara y constante. Si todos están al tanto de la situación, los resultados y los pasos a seguir, las posibilidades de una equivocación disminuyen considerablemente.

Por otra parte, algún tipo de deterioro en la salud no implica necesariamente un error.
Se considera negligencia cualquier falta humana que haya ocasionado una lesión de manera directa, y solo en estos casos se da comienzo a un proceso legal. La reducción en los gastos de salud, que afecta a muchos países, puede tener consecuencias serias que no son responsabilidad del profesional. El problema de la mala praxis nunca desaparecerá del todo. Sin embargo, existen armas sencillas que sirven para evitarla y prevenir una amenaza que asusta a médicos y pacientes por igual.