La primera imagen que me suscitaron las marchas de anteayer en Quito –por asociación de ideas– fue la de esa emblemática comedia musical Singin’ in the rain (Cantando bajo la lluvia) que en los años dorados de Hollywood protagonizaron Gene Kelly, Donald O’Connor y Debbie Reynolds. Sin embargo, las diferencias entre una y otra imagen son enormes, comenzando porque la nuestra autóctona no corresponde a la de una simple comedia fílmica sino a la de una compleja tragicomedia, que ese día pudo y en el futuro podría desembocar en lamentable tragedia nacional.

Los protagonistas de una y otra imagen son, además, muy distintos. Ni Paco Moncayo es bailarín como Kelly, ni Lucio un comediante con la gracia de O’Connor, ni la señora Baki (cuyo protagonismo lo ganó de tanto aplaudir a la diestra del dictócrata, en el balcón de Carondelet) conserva el juvenil encanto de la Reynolds. Y ninguno de los tres protagonistas criollos lo fueron de los cantos que, en las dos marchas de anteayer se escucharon bajo la lluvia.

Los cantantes de la marcha quiteña por la democracia fueron espontáneamente sus riadas de asistentes, de modo tan espontáneo como lo fue su propia asistencia. “Que llueva, que ch..., Quito está en la lucha”, fue uno de los evidentemente improvisados y descuidados –por decir lo menos– cantos de esa marcha, según lo publicó ayer textualmente este Diario. En tanto que en la contramarcha a favor de la dictocracia los cantantes no fueron sus marchantes sino unos profesionales contratados.

Tan contratados como algunos de los que desfilaron en esa contramarcha, según lo confesaron ante la TV. Para entretener a los cuales Hipatia, Teresita, Ángela así como el grupo Deseo, Sanyi y sus muchachas, y el grupo Sueños de Juventud, entre otros, se ganaron bien ganado su dinero, hasta desafiando al frío con acompasados tembleques, en paños menores.

En la comedia musical de Hollywood, cuyo título he prestado para este artículo, sus tres protagonistas cantaron y bailaron muy coordinadamente, tanto casi como los tres mosqueteros de Dumas: uno para todos y todos para uno. Pero no fue así en la tragicomedia de las marchas de anteayer. Aunque hubo un momento, gracias a la tecnología, que en la pantalla chica parecían sucesivamente coordinados los antagónicos discursos de Paco y Lucio. Pero solo en apariencia, pues en realidad la exhortación del primero para que el segundo y sus socios en el Congreso Nacional den pie atrás en su ya bien avanzado golpe de Estado, solo mereció del segundo una repetitiva lista de más de dos docenas de epítetos y agravios... que culminó en un irónico llamamiento al diálogo. Con lo cual quedó patente que, como en la novela de Enrich María Remarque, no hubo novedad en el frente. Tal lo que, en definitiva, le terminó diciendo al general, en un lacónico parte de guerra, el coronel.

Eso, para expresarlo en un modo más civil y acomodado a la sabiduría popular, significa que así como no hay nada nuevo bajo el sol, anteayer en Quito tampoco hubo nada nuevo bajo la lluvia. Ni siquiera aquello de que las marchas por la democracia en nuestro país son más numerosas que las favorables a la dictocracia. Algo que ya  ha sido plenamente probado y comprobado, primero en Guayaquil y después en Quito. La de Guayaquil fue abrumadoramente mayor, por lo menos en una proporción de 10 a 1. Y la de Quito quizá hasta por 3 a 1. Pero la calavera sigue siendo ñata, pues la mayoría que interesa en la práctica para un retorno jurídico y pacífico al estado de derecho es la del Congreso Nacional.