John D. Negroponte ha sido vinculado a generales golpistas, violadores de los derechos humanos y escuadrones de la muerte en los terribles días de conflictos armados en varias naciones centroamericanas hace dos décadas. 
 
Su nombramiento el jueves por el presidente George W. Bush como director de todos los servicios de inteligencia de Estados Unidos mereció desde un ¡Qué barbaridad!, de Bertha Oliva, de un comité de familiares de desaparecidos en Tegucigalpa, a un encogimiento de hombros de indiferencia de Silvia Hernández, una senadora mexicana de visita en Washington. 
 
Los extremos de esas reacciones son representativos de la realidad de ser odiado y soslayado que siempre ha rodeado a Negroponte, no solo en Latinoamérica sino en Estados Unidos y los países que ha servido también como embajador, enviado especial o funcionario del Departamento de Estado en los últimos 40 años. 
 
Pero su línea dura unida a su experiencia le han dado una combinación que lo llevaron a ser apreciado por presidentes estadounidenses, lo que le ha permitido después de todo mantenerse más en la luz pública de héroe que en la penumbra de villano. 
 
Negroponte, de 65 años, viene de servir a Bush como primer embajador estadounidense en Iraq después del derrocamiento del presidente Saddam Hussein en la guerra emprendida hace casi dos años. 
 
Aceptó ese cargo cuando era embajador ante las Naciones Unidas, una función que también realizó con anterioridad en Honduras, México y las Filipinas alternándola con puestos de alto nivel en el Departamento de Estado. 
 
Como embajador en las Naciones Unidas, Negroponte ejerció una persistente presión ante los gobiernos de México y Chile para que destituyan a sus embajadores en las Naciones Unidas, luego que ambos países votaron en contra del pedido de Estados Unidos para iniciar la guerra a Iraq. 
 
Al final, el embajador mexicano Adolfo Aguilar Zinser y el chileno Juan Gabriel Valdés fueron retirados de esas funciones, y los gobiernos de México y Santiago iniciaron una política de distensión con Washington. 
 
Larry Birns, director del Consejo sobre Asuntos del Hemisferio (COHA), una oficina de investigación y análisis de Washington, sugiere que en las audiencias de confirmación de Negroponte se llame a declarar al ex general hondureño Luis Alonso Discua Elvir, quien presuntamente dirigió un escuadrón de la muerte en su país. 
 
Discua Elvir, sobre la base de que   hablará de todo sobre Negroponte, logró que se le permitiera a su familia residir en Estados Unidos. Pero las autoridades le revocaron su visa en el 2001 y, según Birns, quizás tiene un abundante material que implicaría al nuevo jefe de la inteligencia estadounidense. 
 
Pero es difícil cumplir el pedido de Birns. Negroponte ya pasó por esa prueba. En septiembre del 2001, el Senado lo confirmó como embajador ante la ONU, después de medio año de espera. Luego volvió a confirmarlo en el 2003 como embajador en Iraq. 
 
Bush le ha dado ahora a Negroponte la misión de   detener a los terroristas antes de que éstos pudieran atacar y, a juzgar por algunas reacciones en el Congreso, Negroponte será confirmado otra vez. 
 
Oliva, coordinadora del Comité de Familiares de Desaparecidos (Cofadeh), de Honduras, dijo que con Negroponte como jefe de los servicios de inteligencia estadounidenses, entre ellos la CIA, el mundo estará bajo la visión   de alguien que fue nefasto para los derechos humanos de los centroamericanos. 
 
Hernández, senadora opositora miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI), de México, recibió el anuncio de Bush con un aire de indiferencia. Se encogió de hombros y dijo:   Espero que el conocimiento que tenga el señor Negroponte de México sea para bien... 

Su acción en Honduras
 Nativo de Londres e hijo de un magnate naviero griego, Negroponte fue embajador en Honduras de 1981 a 1985, desde donde, según sus críticos, tuvo una participación clave en la ejecución de una estrategia encubierta del entonces presidente Ronald Reagan para eliminar al gobierno sandinista en Nicaragua. 
 
El apoyo de Reagan a los rebeldes antisandinistas conocidos como Contras y la venta de misiles a Irán relacionada con rehenes estadounidenses en ese país se convirtió en el escándalo Irán-Contras que ensombreció el segundo periodo de gobierno del presidente republicano. 
 
Negroponte ya dijo en sus audiencias de confirmación que si bien pudieron darse abusos, el gobierno hondureño de la época no tenía una política de esa naturaleza. 
 
Hasta donde yo sé, no creo que escuadrones de la muerte hubiesen estado operando en Honduras, afirmó. 
 
Pero Leo Valladares, ex comisionado nacional de derechos humanos de la época en ese país, afirmo que en sus investigaciones determinó que Negroponte   sabía lo que ocurría en esa época en el país. 
 
Valladares elaboró un informe sobre las personas que desaparecieron en Honduras entre 1979 y 1990. 
 
El gobierno hondureño admitió que su ejército mató en esa época a por lo menos 184 izquierdistas de diferentes nacionalidades.