Hemos escuchado a personas que fungen de “jefes”, proferir frases altisonantes, pretendiendo “distinguirse” de los demás.

Por su pobre naturaleza de valores, creen tener el método adecuado para mandar y ser obedecidos, mientras que otros –como acto de “lealtad” a sus superiores– hacen uso de esta negativa actitud para convertirse en aduladores, enemigos del equipo humano que los acompaña, y del público que acude a estos lugares. A esos individuos se los encuentra en instituciones públicas y privadas.

La bondad del jefe debe reflejarse en un trato cordial, sencillo hacia su entorno, complementado con amplia comunicación, con lo que logrará óptima relación y éxito reconocido por los demás. Sin cordialidad y comunicación se expone a caer en abuso de autoridad. La persona que más vale es la más sencilla, la que puede ponerse la camiseta de otro y servirlo como le gustaría que lo sirvieran. Los buenos líderes buscan solucionar los problemas, no pierden tiempo buscando culpables, sino que se unen a sus subalternos para corregir los errores. El líder escucha sugerencias de su equipo, reconoce sus errores y siempre está pendiente de las buenas acciones de sus subalternos para resaltarlas, y goza de elevada calidad humana; si carece de ella, es un individuo lleno de complejos.

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Arq. Juan Morán Bohórquez
Guayaquil