Soy uno más de los 7 millones de ecuatorianos que no vivimos en Guayaquil o Quito y que soportamos estoicamente el mal reparto de la riqueza del país, cuyo más alto porcentaje lo consumen estas dos ciudades.

Poblaciones y zonas rurales de las provincias de Manabí, Esmeraldas, Los Ríos y de la misma Guayas, entre otras, sobrevivimos en medio de una espantosa ola delincuencial (que no aparece en la TV.), por la falta de protección policial; en medio de una alta tasa de insalubridad, entre el polvo, el lodo y la basura, con pozos sépticos desbordados por la falta de alcantarillado sanitario y con aguas entubadas (no potable) contaminadas; además de un alto porcentaje de deserción escolar por la falta de profesores rurales y escuelas en pésimo estado. Esto por nombrar unas cuantas de nuestras numerosas calamidades.

Yo me hago eco del pedido de millones de ecuatorianos que clamamos por un mejor reparto de la riqueza nacional y que no entendemos el reclamo y las protestas de alcaldes y ciudadanos de estas dos hermosas metrópolis, embellecidas a costa del abandono del resto del país, donde también existimos gente laboriosa que trabajamos y producimos para alimentar a la población y a las arcas fiscales del Estado.

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Walter Antonio Aguayo R.
Quevedo