Líbano permanecía ayer conmocionado por el  asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en un atentado perpetrado el lunes en Beirut, sobre el que la oposición y algunos países occidentales  responsabilizan a Siria y reclaman una investigación internacional.

En varias ciudades del país hubo manifestaciones para denunciar el  asesinato y acusar a Siria. Unos manifestantes furiosos agredieron  violentamente a unos obreros sirios en Saida, la ciudad natal de Hariri, según  la policía.

El ejército se desplegó en posiciones estratégicas de Beirut y el mando militar decretó movilización general.

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Escuelas, universidades,  comercios, bancos y oficinas permanecieron cerrados, mientras la oposición  convocó a una huelga general y el Gobierno decretó tres días de duelo nacional.

Hariri, de 60 años, que era considerado el padre de la reconstrucción económica de  Líbano, pereció en un atentado suicida con carro bomba dirigido contra su vehículo.  La explosión devastó un barrio y provocó 14 muertos y un  centenar de heridos.

Ayer el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas  condenó el ataque “terrorista” en Beirut y expresó preocupación por “una mayor desestabilización”  en Líbano.

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Mientras tanto, EE.UU. anunció la retirada de su embajadora en Siria, Margaret Scobey, mientras que Richard Boucher, vocero del Departamento de Estado, afirmó que Siria mantiene “una apreciable presencia militar” en Líbano, violando la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, en “una injerencia continua en ese país”.

El deceso de Hariri despertó temores a que Líbano vuelva a la guerra civil que sufrió en los años ochenta, y subraya la creciente impaciencia de EE.UU. por el papel de Siria en Medio Oriente, aseveró  The New York Times.