Después de casi 400 años, las llamas regresaron a lugares remotos de los páramos andinos del Ecuador, y con ellas los indígenas recuperan señas de identidad perdidas y una fuente de recursos para sus paupérrimas economías.

Nueve mil dólares que el año 2002 entregó el papa Juan Pablo II al párroco de Pungalá, Gabriel Barriga, fueron el inicio de un proyecto que ha hecho posible que existan ya casi 3.000 llamas y alpacas en la provincia de Chimborazo.

“El principal resultado que hemos visto hasta ahora es que las llamas han contribuido a la recuperación de la identidad de los indígenas de la zona y han reforzado la cohesión interna de las 54 comunidades que las crían actualmente”, dijo Barriga, conocido familiarmente como Gabicho.

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El párroco precisó que el pasado 24 de septiembre recibió del Vaticano otros 9.000 dólares, que se destinarán a poner en marcha una hilandería hidráulica en la que las mujeres de la zona tejerán diversas prendas con la lana de los camélidos andinos.

Precisó que el gobierno ecuatoriano no ha dado ninguna ayuda y que de momento están en una etapa de reproducción que permitirá llegar a un nivel de autoabastecimiento de carne, lana y abono.
 
“Calculamos –agregó– que para producir industrialmente y exportar al resto de Ecuador y otros países harían falta unos 20.000 animales”.

Pese a ello, la parroquia de Pungalá, en la que viven unas 8.000 personas, ha conseguido un principio de acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid para suministrar carne de llama a la capital española, dentro de un programa de comercio solidario.
 
Sobre la simbiosis natural entre las llamas y los indígenas, Gabicho dijo que existen rastros de esa convivencia desde hace al menos 4.000 años, y que “la llama transmite las cualidades del indígena andino, que es pacífico, observador y profundo en sus meditaciones, a la vez que digno”.

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La desaparición de las llamas y alpacas de esta región se debió históricamente a su desplazamiento por animales exógenos introducidos durante la época colonial, como cerdos, vacas y ovejas. Misionero seglar, nacido en Riobamba, Gabicho llegó hace once años a Pungalá y desde entonces promueve programas de educación y de salud.