La Virgen María, supuestamente, le reveló a la religiosa, fallecida el pasado domingo, tres secretos.

Hoy, en la capilla del Convento de las Carmelitas en Coimbra (Portugal) será el funeral de la hermana Lucía de Jesús dos Santos, la última de los tres pastorcillos que dijeron presenciar las apariciones de la Virgen de Fátima en 1917 y que divulgó sus mensajes.

El primero advertía la muerte prematura de Jacinta y Francisco, el segundo se refería a la visión del final de la Primera Guerra Mundial y el tercero, al atentado que sufrió Juan Pablo II en 1981.

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La religiosa dijo que si se le anunciaba otro secreto, el único que lo sabría era el Papa.

Portugal y los fieles católicos devotos de la Virgen de Fátima están de luto por la muerte de la hermana Lucía de Jesús dos Santos, la última de los tres niños que dijeron haber presenciado tres veces la aparición de la Madre de Dios, en 1917.

Dos Santos murió el domingo pasado a los 97 años en el convento de las monjas Carmelitas en Coimbra, a 150 kilómetros al norte de Lisboa. Ella fue la depositaria de uno de los secretos mejor guardados del mundo, que más ríos de tinta derramó y más especulaciones desató: el Tercer Secreto de Fátima, revelado en el año 2000 y que se refiere al atentado al Papa en 1981.

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La profecía de Fátima está dividida en tres partes y fue, supuestamente,  revelada por la Virgen a los pastorcillos Jacinta, Francisco y Lucía. Esta última se encargó de redactarla entre 1941 y 1944 y solo reveló, en ese entonces, las dos primeras partes.

El primero vaticinaba la muerte prematura de Jacinta y Francisco en 1919 y 1920, y el segundo se refería a la visión aterradora del infierno, al final de la Primera Guerra Mundial y al estallido de la Segunda y predecía la conversión de Rusia y el fin del comunismo.

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Lucía siempre se mostró contraria a desvelar la tercera parte y solo lo hizo durante la beatificación de Jacinta y Francisco.

Este secreto se refería al atentado que sufrió Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro; a la lucha del comunismo contra la Iglesia y sufrimiento de las víctimas de la fe en el siglo XX.

Antes de hacerse público, la monja habló con el Vaticano y aseguró que el personaje central de la visión era el Papa, que “ellos” (los tres niños) estaban muy tristes por el sufrimiento del Pontífice, pero que no sabían su nombre.
 
“No sabíamos el nombre del Papa, la Señora no nos lo dijo. No sabíamos si era Benedicto XV o Pío XII, o Pablo VI o Juan Pablo II, pero era el Papa que sufría y nos hacía sufrir también”, contó la monja.

En el texto, la vidente habló de “un obispo vestido de blanco que atravesando una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de armas de fuego y flechas”.

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El domingo pasado, antes de morir, la vidente recibió un mensaje del Papa Juan Pablo II en el que le expresaba “su cercanía y bendición, y rezaba por ella para que pudiera vivir este momento de dolor, sufrimiento y entrega con el espíritu de la Pascua”, informó ayer el Servicio de Información Religiosa  de la Conferencia Episcopal Italiana.

En el 2000, la religiosa añadió que si hubiese tenido nuevas revelaciones, solo se las hubiera dicho al Pontífice.

Hoy se entierra a sor Lucía en el convento de Coimbra y sus restos se transferirán en un año a Fátima, uno de los sitios de peregrinación católica. La misa la oficiará el cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de  Génova, en representación del Papa.

RELIGIOSA

NOMBRE
El verdadero nombre de Sor Lucía era Lucía de Jesús dos Santos. En 1948, tres décadas después de las fechas atribuidas a las apariciones de la Virgen, empezó a vivir en un viejo monasterio de Coimbra que alberga a la orden de las Hermanas Carmelitas, dedicadas a la oración y la meditación.

SENTIDOS
La religiosa estaba sorda y ciega.

SECRETO
El tercer secreto fue conocido por los papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Al parecer, Pío XII fue el primero en enterarse, pero decidió no revelarlo.