Pitos de carros, altoparlantes con música estridente y gritos perturban a los habitantes de este balneario.

Son las 23h00 del sábado 12 de febrero. Raphael compite con Shakira con Yo soy aquel y Te aviso, te anuncio, en el malecón de Salinas.

Están a menos de 5 metros de distancia el uno del otro, desde dos altoparlantes contrapuestos.

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La voz del cantante a ratos parece ganarle a la percusión del tema de la colombiana, pero ambas terminan mezclándose formando un estruendo que José Acaiturri confiesa disfrutar. Es su cumpleaños y sus hijos, adultos, lo acompañan en el cuarto piso del condominio Las Canarias, uno de los 73 edificios que se observan a lo largo del Malecón, hasta el sector de Chipipe.

La comida y la bebida ya fueron servidas y José decide observar si abajo “el ambiente está bien”. Para él lo está porque confiesa: “Me encanta el ruido, nosotros somos muy ruidosos, muy alegres”.

Se hace difícil, en la vida nocturna de Salinas, tratar de escuchar el sonido de las olas estrellándose en la orilla. El oído solo capta percusión, sintetizadores, música en inglés, en español, sin letra.
Carcajadas anónimas, malas palabras, nombres dichos a gritos. Y a gritos también se ofrecen pulseras, tatuajes, gafas, animales, refrescos, paseos, bolsos. Todos hablan al mismo tiempo.
Britney Spears impide oír a una joven que llama a su hermana Nadia, quien se le ha adelantado varios pasos.

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A las 23h30 se suman al ruido cotidiano, las sirenas de un patrullero de la Policía que viene a pedirle a un grupo de siete señoras que baje el volumen del parlante que han colocado en la arena. El festejo estaba muy animado al son del pasodoble y las cervezas anima a las demás: “Muchachas, no dejemos que nos arruinen la fiesta”.

Algunos locales cercanos fueron cerrados la noche anterior por la Intendencia de Policía, pero la cerveza sigue fluyendo.

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Los ventanales de los departamentos si no muestran un anuncio ‘se alquila’ o ‘se vende’, tienen en su mayoría las luces apagadas y sus dueños no salen al balcón.

Una mujer, que pide la reserva, decidió pedirle al alcalde Vinicio Yagual que la próxima semana tome medidas con respecto al bullicio de la noche de Salinas.

“El ruido de esta noche no es nada comparado con lo que se vivió la semana pasada”, se queja y acota: “Quienes compramos estos departamentos lo hicimos para venir a descansar, pero la bulla es insoportable, más que en Guayaquil. Sugirió que se deberían quitar los bares que hacen bulla en el malecón para que pueda volver la tranquilidad a este lugar.

La señora cierra los ventanales de su balcón y aun así el reggaeton penetra las paredes de su cuarto.

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Tres marcas de cerveza dan muestras gratis a quienes se acercan. “Cómo quieren que dejen el alcohol si lo dan así. Y lo peor es que esta rutina se prolonga hasta las cinco de la mañana. Por más que me encierro en mi cuarto suenan las botellas que se rompen, se escuchan bascosidades, gente gritando”, afirma Karina de Borbor, habitante del condominio Costa Bella.

NOCTURNAS

NEGOCIOS
En el malecón de Salinas se pueden encontrar, además, hamburguesas, pizzas, jugos, sándwiches, comida española, griega, árabe, mexicana y estadounidense.

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La cerveza suena insistentemente en los anuncios que transmiten los parlantes y las pantallas gigantes instaladas en medio de la vía de los transeúntes. El vodka, el ron y otros licores se promocionan más que los mariscos en un Salinas nocturno que aturde por el exceso de color y ruido.

ALEJAMIENTO
Jaime Caamaño confiesa que prefiere ir a Punta Carnero, aunque viva en uno de los edificios del malecón. “Los anocheceres allí son muy distintos a los de Salinas: la luz del malecón no opaca la luz natural del cielo, es todo más despejado y calmado. “Quisiera que el turismo de Salinas no se base en su fama de sitio para hacer relajo, sino en su playa, en su gente”.