Líbano declaró tres días de duelo por la muerte del ex primer ministro Rafik Hariri, en un atentado con bomba ayer en la zona comercial de Beirut. Otras nueve personas también murieron.
El asesinato de Hariri, un multimillonario que también tiene la nacionalidad saudita, hace temer un periodo de inestabilidad y ajuste de cuentas entre rivales políticos en Líbano, donde se rememora el amargo lapso de la guerra civil que se extendió entre 1975 y 1990, según fuentes diplomáticas.
Además, contribuye a la inestabilidad del Medio Oriente, ya afectado por el conflicto israelí-palestino, la invasión estadounidense a Iraq y la tensión nuclear entre EE.UU. e Irán.
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Hariri gobernó el país desde comienzos de los años 90 hasta octubre del año pasado, cuando renunció por diferencias con el presidente pro-sirio Emile Lahoud y se había unido a los llamados realizados por políticos de la oposición para que Siria retire a sus tropas del Líbano.
Miembros de la oposición libanesa acusaron a Siria de apoyar el atentado, pero el presidente de ese país, Bashir al Assad, señaló que se trató de un acto criminal, negó las acusaciones que lo inculpan y respaldó una investigación internacional.
Israel también negó cualquier participación.
Estados Unidos condenó el atentado como un “brutal asesinato”, exigió que el pueblo libanés pueda vivir en un país “libre de la ocupación siria” y advirtió que consultará con el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para sancionar a los responsables.
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Un grupo desconocido llamado Victoria y Yihad en los países de Al Sham se atribuyó el ataque por “la estrecha relación que mantenía Hariri con el gobierno saudita”, a través de un video transmitido por la cadena Al Jazeera.