En un momento histórico en que el país venía reclamando contra el exagerado centralismo, las autoridades de la ciudad debilitaron su influencia sobre estas dos áreas estratégicas.

Por eso ha sido muy bien recibido el anuncio reciente de que el Municipio de Guayaquil asumirá una mayor responsabilidad sobre estos servicios.

Una decisión así no debe ser comprendida, sin embargo, solo como un complemento de la tarea que ya hoy en día realizan otras instituciones. La autonomía de verdad no consiste en llenar los vacíos que deja la administración estatal. El Municipio no debe involucrarse solamente en el alcantarillado de los barrios periféricos, sino asumir la responsabilidad de que todo Guayaquil disponga de un eficiente servicio de agua potable y alcantarillado.

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Por supuesto que eso deberá hacerse respetando los compromisos contraídos con la empresa privada que brinda el servicio.

Pero si no se actúa con un criterio totalizador, corremos el riesgo de caer en el clientelismo que pretende solucionar problemas inmediatos solamente, o que en un mismo campo distintas instituciones realicen esfuerzos sin suficiente coordinación y sin estar integrados en un plan de  largo plazo.