El régimen repite así el gravísimo error que ya cometió cuando intentó opacar la Marcha Blanca en Guayaquil.

No sabemos si esta vez la maniobra tendrá mejor resultado. Pero aun si la contramarcha del Gobierno alcanzase un éxito numérico, obtendrá sin duda un resonante fracaso moral, no solo porque quedará registrada la intolerante actitud del régimen, sino también, y sobre todo, por las consecuencias de sangre y violencia que podría acarrear.

Estamos a tiempo de evitar un saldo trágico. El Primer Mandatario deberá reflexionar y comprender que la democracia no existe cuando no hay espacio físico para la oposición. Si ya no fuese posible convocar la contramarcha para otro día (por un orgullo mal entendido que no permite a veces a los hombres de Estado corregir sus errores), lo menos que se debe hacer es ordenar que la contramarcha se realice en un lugar distinto al acto ya convocado por la oposición.

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Al concluir la Marcha Blanca en Guayaquil, el único saldo positivo que quedó para el régimen fue que no hubiese habido actos violentos que lamentar. ¿Acaso el Presidente está dispuesto a pagar el costo político de un balance distinto para las marchas convocadas en Quito?