El concepto de educación integral no tiene cabida en un escenario tan deprimente como este, en el que reciben clases 400 alumnos promedio por cada plantel.

Los directores de estas instituciones se quejan de la falta de atención del Gobierno al sector educativo y del exiguo presupuesto anual que se destina para la reparación de las instalaciones, razón por la que muchos nunca ven llegar una respuesta a sus solicitudes.

Son los padres de familia de escasos recursos –que aspiran a que sus hijos tengan una mejor oportunidad en la vida y depositan su esperanza en la educación–, quienes no tienen otra opción que aportar de su bolsillo para realizar algunas mejoras que permitan iniciar el año lectivo.

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En estas condiciones denigrantes se sientan las bases educativas de un importante porcentaje de alumnos, quienes seguramente recibirán a medias las materias básicas y ni en sueños podrán aspirar a la práctica de deportes, recibir arte y mucho menos computación.

¡Y después nos quejamos de que los bachilleres no cuentan con un nivel aceptable para entrar a las universidades!