Yo sí me preguntaba: ¿Cómo se llamará la revolución que está haciendo el Coronel? ¿La revolución del safari se llamará, en honor al traje que usó en la campaña? ¿O la revolución aliada, en honor al primer viaje que hizo a los Estados Unidos? ¿O revolución del Gran Hermano, en honor a la bondad que ha demostrado con su familia?

¿Cómo se llamará?, me preguntaba sin encontrar una respuesta que, de pronto, ¡zas!, vino en el discurso que dio el Coronel en el saludo protocolario, donde dijo –¡qué alivio!– que su revolución se llama revolución sin sangre.

¡Qué inteligente que es el Coronel! ¡Qué nombre más acertado el que ha dado a su revolución! ¡Qué poético! ¡Qué antiglóbulos rojos! ¡Qué totalmente carente de hematocritos! Un nombre bien light, además, totalmente libre de triglicéridos y de colesterol.

La única sangre que se ha derramado –pero en sentido figurado, claro– es la de sus parientes de sangre, que han sido, para qué también, como una hemorragia.
Pero no pues una hemorragia de sangre, sino de cargos: el que tiene la misma sangre del Coronel, pasa a una embajada, a un consulado, a un ministerio. O como el Villa, que es el más consanguíneo, a todo lado.

Y los demás, sin sangre. ¿O ustedes creen que tienen sangre, pero una sola gota de sangre que se les pudiera subir a la cara, los diputados que se vendieron para conformar la nueva mayoría?

¿Y los jueces que integraron la nueva Corte, tendrán sangre? ¿Y los del Tribunal Constitucional? ¿Y los del Tribunal Supremo Electoral?

Sin sangre. ¿Qué sangre puede tener el Bolívar González ese que hay y que se siente dueño, patrón, encomendero de los indios, a quienes pretende comprar con limosnas que dice que saca de su propio bolsillo, después de cobrar millones de dólares por todo los que no cobró en la AGD? ¿Creen que el González tendrá una pizca, pero una pizquita siquiera de sangre? ¿Y el Zuquilanda, que no hace sino papelones, tendrá algo de sangre para ruborizarse después de cada metedura de pata y de sus actitudes entreguistas? ¿O el Arboleda ese de la AGD, que usa las deudas como una persecución política y se dedica a ver con lupa a los enemigos del régimen y se hace de la vista gorda ante los amigos, tendrá algo de sangre?

Perfecto está el nombre de revolución sin sangre, para qué también. Bueno ya, solo un poquito: las gotitas que caen después de una paliza a un opositor, por acá; las que se derraman después de un atentado a bala contra un enemigo del régimen, por allá.

Porque, aparte de eso, lo demás es sin sangre: es llamar miserables a los periodistas, dementes y ciegos a los de la oposición, cobardes, mequetrefes y otros muchos epítetos totalmente desanguinizados a los que osan discrepar con la monumental transformación que está haciendo el Coronel a lo largo y ancho de su mandato.

¡Qué bueno que le puso nombre a su revolución el Coronel! Porque si no, íbamos a seguir creyendo que el suyo era un vulgar gobierno de pillos y de esbirros y de tontajos ávidos de sacar cualquier tajada del Estado, y así lo hubiéramos llamado, y no con el nombre verdadero que le ha dado el Coronel y que nos aclara todo: revolución sin sangre.