Jonathan Floril no representa 16 años. Ese rictus apasionado que acompaña a la exactitud de la armonía y a los complicados acordes en el piano, lo hacen ver como un pianista de larga trayectoria ante un público exigente que se reunió, el jueves anterior, en la Casa de la Música.

El público acudió convencido de que era necesario ver y oír para creer. Se había hablado mucho del recital que este talentoso pianista que ha triunfado en España dio en el Teatro Sucre, el 28 de enero pasado, y para esta ocasión Jonathan interpretaría una pieza de alto grado de dificultad junto con la Orquesta Sinfónica Juvenil.

Salió con una sonrisa de confianza, en medio de un aplauso caluroso. Tomó asiento, cerró los ojos. Una, dos, tres veces. A la cuarta, cuando envió sus oraciones al cielo, empezó con los primeros acordes en el piano Verdugo, era un moderato, el primer movimiento del  Concierto Nº 2 para piano y orquesta Op. 13 de Sergei Rachmaninov.

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En la Orquesta Sinfónica Juvenil se sentía que los duros ensayos para montar la obra habían dado frutos. Todos se dejaron llevar por el maestro Patricio Aizaga, su director, su mentor, su guía, para sentirse seguros del tiempo, para no llevarlo zapateando en el suelo, sino siguiendo sus instrucciones... un metrónomo con alma y, sobre todo, carisma.

La orquesta efectuó un papel excepcional y demostró que está preparada para acompañar a cualquier solista. Se notó al llegar al segundo movimiento, el adagio sostenuto. El más difícil, según Isabel Delgado, quien interpreta el chelo, por ser una parte con cambios muy sutiles, con muchos detalles que le dan riqueza a esta obra.

Para el tercer movimiento, con una fuerza inevitable, Jonathan comenzó a exigir los detalles más significativos de la orquesta, levantaba sus cejas para pedir a la sección cuerdas que entraran, y de pronto... el maestro Aizaga se sumía en el éxtasis.

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La batuta de director ponía más énfasis, era el remate perfecto de la obra, en el tercer movimiento, el allegro scherzoso, que no terminó con una nota musical, sino con el abrazo emocionado del solista con el director, y los aplausos del público que se extendieron por 4 minutos y obligaron a volver a Jonathan Floril al escenario.