El cuidado de la piel no es una precaución que deba tomarse solo con el paso del tiempo o frente a la acción del sol. Las investigaciones más recientes indican que los tratamientos dan mejores resultados cuanto antes se los empiece y que factores como el frío, la mala alimentación o el estrés son también de temer.

La piel se vuelve, a una edad temprana, progresivamente más frágil ante los estímulos nocivos del ambiente y la falta de cuidados, ya que las pérdidas de energía y capacidad de rendimiento comienzan antes de los 30 años. Por lo tanto, los tratamientos cosméticos y los cuidados, en general, son medidas que mayores beneficios traen cuanto antes se los empiece. Las cremas desarrolladas para restituir la fuerza de este tejido y potenciar su capacidad de funcionar al máximo, son recursos que ya se encuentran en el mercado y a los que muchas mujeres recurren.

Diversas marcas de cosméticos trabajan desde hace tiempo con productos dirigidos específicamente a adolescentes y veinteañeras, y recomiendan su uso solo o combinado por períodos largos de tiempo y con sucesivas modificaciones. Estée Lauder, por ejemplo, cuenta con el LightSource Transforming Moisture Lotion and Creme SPF 15, mientras que la línea europea La Crème ofrece el Retin Actif y Extrême Jeunesse.

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Aunque la mayoría de las personas solo se ocupa de cuidar su piel en el verano, tanto el frío como la calefacción y los cambios bruscos de temperatura son factores cuyo daño puede ser prevenido. Las bajas temperaturas resecan la epidermis, la deshidratan y pueden hacer que se descame, por lo que las cremas con los nutrientes adecuados para cada persona, son ampliamente recomendadas.

El sol tiene dos efectos fundamentales sobre la piel: aumenta la pigmentación e incrementa el espesor. Ambos tienen el objetivo de proteger de la radiación pero sus efectos adversos incluyen al acné y la foliculitis, que aparecen por la deshidratación o el bloqueo de los orificios de salida de las grasas. Además, la luz solar produce daños en la dermis, y manchas o lunares, pudiendo a su vez promover el cáncer o el envejecimiento prematuro.

Las medidas básicas para prevenir el daño son evitar el contacto con la radiación entre las 10 y las 15 horas y tener en cuenta que la piel clara es más sensible. Se debe utilizar un factor de protección solar acorde a las necesidades de cada persona, ponérselo 30 minutos antes y repetir el procedimiento cada media hora. Algunos trucos ayudan a mantener el bronceado. Los más comunes e inofensivos incluyen el ducharse con agua dulce y tomar un jugo de zanahoria antes del baño de sol, o lavarse el cuerpo con una infusión fuerte y aplicarse nuevamente el bronceador cuando la exposición terminó.

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El cuidado de la piel es especialmente importante porque es un órgano que abarca una superficie muy amplia, y susceptible a las agresiones externas. Hábitos como el alcohol, el tabaco y una alimentación rica en grasas saturadas también contribuyen a su debilitamiento, por lo que las cremas no alcanzan para mantenerla saludable. Es necesario ingerir la suficiente cantidad de agua para mantenerla hidratada y cuidar la alimentación, que debe ser variada y nutritiva pero con escasas frituras, gaseosas y conservantes. Otras recomendaciones básicas son: dormir las horas adecuadas y usar siempre el filtro solar.

El estrés también tiene consecuencias en este tejido y las enfermedades más comunes que causa son la dermatitis seborreica, el enrojecimiento de algunas zonas, la agudización del acné y la soriasis. Por lo tanto, el cuidado de la piel implica una serie de prácticas que van mucho más allá del uso de las cremas, y que requiere ciertas conductas e, incluso, pautas de vida.