Jefe:
Presento a continuación el resultado de la misión por usted encomendada, a fin de dar con los responsables del atentado cometido en contra del abogado León Roldós.

En efecto, jefe, lo primero que hice fue dirigirme a la Universidad Central, pero camuflado de estudiante, a fin de no despertar sospechas. Así, jefe, procedí a ponerme una camiseta con la cara del Che Guevara estampada en negro, un pantalón azul, zapatos deportivos blancos y una mochila con el Algebra de Baldor, todo lo cual tomé prestado subrepticiamente de mi sobrino que es estudiante secundario, aunque con el inconveniente de que el pantalón me quedaba un poco chico y contribuía a ajustarme bastante en la entrepierna.

Tonces, jefe, me dirigí directamente a la Facultad de Derecho donde, según pude enterarme subrepticiamente por informaciones de prensa, ocurrió el atentado, con la casualidad de que en ese instante un grupo de estudiantes hacía su ingreso a clases que, según pude averigüar in situ, eran de Historia del Derecho, lo cual aproveché para yo también integrarme al grupo.

Ante mi sorpresa, jefe, el profesor comenzó diciendo que iba a explicarnos de la polis y yo, jefe, me puse pálido porque creí que era una indirecta contra mí porque el profesor me había reconocido y entonces, para despistar, alcé la mano y dije que la polis era una institución horrible que por suerte no está en dentro de la Universidad porque la Universidad es autónoma y entonces el profesor me dijo que él iba a hablar de la polis griega y yo dije que para qué iba a hablar de la griega si podía mejor hablar de la nuestra y ahí creo que me traicionó el subconsciente, jefe, porque dije que nuestra polis era mucho mejor que la griega, aunque era muy incomprendida por los jóvenes que no saben lo que sufren nuestros polis que son muy abnegados y se juegan la vida para proteger el orden por el miserable sueldo que reciben.

Chuta, jefe, ahí se armó el relajo y entonces unos alumnos que deben ser perdidos unos dos años porque eran bien grandotes, se levantaron y sin pedir permiso al profesor ni nada comenzaron a injuriarme primero de palabra y luego de obra y hasta de omisión, razón por la cual tuve que zafarme como sea porque me estaban masacrando y me vi obligado a salir en estampida mientras los otros compañeros gritaban agárrenle a ese que es un infiltrado y si me agarraban, jefe, le juro que me mandaban mucho más a la clínica que al abogado Roldós.

Lo que logré investigar, jefe, es que sí ha sido bien fácil infiltrarse en la Universidad, y aunque no sé si fueron estudiantes los que agredieron al abogado Roldós, lo que sí le aseguro es que allí adentro han sabido pegar como si fueran másteres en karate. ¡Qué bestia!, jefe. Además, en vez de libros creo que llevan palos y piedras en las mochilas. Si no era porque yo soy mucho más ágil que el abogado Roldós y estoy más entrenado que él para correr, le juro que me dejan con el mismo cuello ortopédico del abogado Roldós, pero hasta los talones.

Sin otro particular, quedo a la espera de sus nuevas instrucciones para mi próxima misión, una vez que se me deshinchen los hematomas y se me sanen las entrepiernas, que me siguen doliendo durísimo, jefe.

f) Luis Sigcha y Cuntes, Agente Secreto